Entre los inconvenientes de la llegada de la temporada están la masificación en determinados lugares y los problemas de la movilidad. | Daniel Espinosa

Como ya viene siendo habitual, el inicio de la temporada de verano    es consecuencia directa de mejoras en la actividad empresarial en general y ello conlleva un importante aumento de la oferta de trabajo. Ahora bien, hay que reconocer que esta circunstancia también lleva aparejados diversos inconvenientes colectivos. Sin duda alguno de estos inconvenientes tienen relación directa con la masificación en determinados lugares y con la movilidad en general.

Lo cierto es que ese cambio drástico que sufrimos en nuestras islas del invierno al verano existe y hay que aprender a regularlo y controlarlo para que no se escape de las manos. Regularlo y controlarlo no equivale a eliminarlo y en esa diferenciación está el matiz que algunos no parece que acierten a llegar a ver. Es de perogrullo que la base de nuestro modo de vida y el motor de nuestra economía es la industria turística. Por lo tanto, la misión de todos es cuidar, mimar y mantener dicha actividad.

Aquí no puede valer la conocida frase de ‘muerto el perro se acabo la rabia’ ya que si    nos cargamos nuestro modo de vida el futuro que tenemos por delante pasa a ser muy negro. Es por ello que algunas afirmaciones resultan muy poco edificantes y en nada ayudan en la mejora de nuestro modo de vida. Hay dos ejemplos de afirmaciones que creo desafortunadas y que me gustaría destacar.

En primer lugar están algunos grupos que se oponen a la existencia de nuestras mundialmente famosas discotecas, argumentando su oposición a las mismas a que el tipo de turismo que atraen es básicamente problemático. Lo cierto es que los dos últimos años y debido a las restricciones impuestas por la pandemia hemos podido experimentar lo que supone pasar el verano sin las discotecas abiertas y sin masificación y aglomeraciones en la mayoría de puntos de las Pitiusas, circunstancia que algunos han aprovechado para afirmar que ello es una prueba de que se puede sobrevivir sin los famosos centros de ocio musical.

Este argumento parte de un error básico y es que no parece que se quiera reconocer que los dos últimos años se ha podido sobrevivir gracias al esfuerzo y sacrificio por parte de todos y gracias, en buena parte también, a los planes específicos aprobados por las administraciones para soportar dos veranos en blanco. Los extremismos excluyentes nunca han sido buenos y mucho menos recomendables. Por tanto, pretender eliminar de de la industria turística todo lo que gira en torno a nuestra isla como templo mundial de la música electrónica es, sin duda, un gravísimo error. Hay que aprender a compaginar lo que es un turismo gastronómico y de sol, playa y tranquilidad con el que viene asociado a la música y a las discotecas. Ambas cosas son compatibles y más que eliminar una y depender solo de la otra siempre será mejor integrar, regular y controlar que suprimir sin más.

Poco afortunadas son también las recientes declaraciones del concejal de Movilidad de Vila al afirmar, en referencia a los problemas para conseguir un taxi en este inicio de temporada, que «hay colas en las paradas porque hay demasiada gente que no es conveniente que llegue a la isla». Volvemos a lo mismo. Parece que se le olvida al concejal en cuestión que tanto para él, como para el resto de residentes en Ibiza y Formentera, nuestro modo de vida y toda nuestra economía gira precisamente alrededor de toda la gente que llega a nuestras islas en los meses de verano.

Hay que cuidar mucho cualquier declaración que pueda enmarcarse en el tan poco deseable concepto de ‘turismofobia’ ya que la mayoría de problemas que conlleva el turismo en general son debidos a un insuficiente control de la industria y, por supuesto, a una mala planificación a la hora de regularla. No resulta, por tanto, conveniente que de las manifestaciones de un cargo público se pueda deducir el más mínimo tono de aversión o rechazo social a los que eligen nuestras islas como destino vacacional. Y es, precisamente, en el campo de la movilidad donde el trabajo de las administraciones públicas tanto progresistas como de derechas deja mucho que desear.

Controlar y regular siempre es positivo y beneficioso, demonizar y suprimir sin más nada aporta al bien colectivo. Preservar el turismo como nuestra principal industria que es y conseguir que sea sostenible debería ser la prioridad de todos.