Ya tenemos la Ley Turística que casará la ecología con el turismo. Llegó la Baleares sostenible. Aplaudan; ya era hora.

Los propietarios de viviendas turísticas, sin embargo, temían que su oferta fuera a ser ilegalizada. El Partido Popular, mirando las urnas, les hizo un guiño: «Nosotros os cuidaremos». Y entonces intervino Francina Armengol y nos lo aclaró todo. Todo. (Sesión parlamentaria del 17 de mayo, boletín 120, página 7.442.)

«Creo que deberíamos decir la verdad a la gente: la Ley de Turismo que se tramita no toca para nada las plazas de alquiler turístico vacacional. (...) De hecho, quien las reguló [legalizó] fue nuestro Govern. Hemos de dar tranquilidad y garantías». «Digamos las cosas como son (…): estas plazas, las noventa mil, son plazas que se regularon en 2017, son plazas que siguen vivas; si el propietario las quiere vender (…) o si las pasa a sus hijos, siguen vivas». «Las [plazas] que pidieron prórroga, por ejemplo los plurifamiliares, se podrán restablecer».

Armengol nos dice que los socialistas, Podemos y Més añadieron noventa mil plazas de alojamiento a la oferta balear (en realidad, el doble). Pasamos de 430 a más de 600 mil plazas en diez años, las cuales suponen un cuarenta por ciento de turistas más y, al mismo tiempo, la retirada de esas viviendas del mercado para residentes. A un año de las elecciones, Francina tranquiliza a los miles de familias propietarias de estas viviendas. ¿Lo recordarán a la hora de votar? Son, tal vez, unos veinte mil votos. O más. Y familiares y amigos.

Yo soy de los que se habían creído el mensaje ecologista: Mallorca no puede seguir creciendo indefinidamente, no podemos urbanizarlo todo, no debemos sumar y sumar gente. Yo comparto el dramático llamamiento de la izquierda de los noventa. No cabrían aquí los testimonios parlamentarios alarmantes de nuestros diputados. La derecha, en cambio, en esto fue siempre a remolque, de mala gana, a rastras. Si llegó a ir.

Esa misma izquierda que ante un turista adicional se cortaba las venas (’Qui estima Mallorca no la destrueix’) añadió entre noventa y ciento ochenta mil plazas. Pero tranquilos, porque ahora nos habla de economía circular, que consiste en exigir bombillas led en los hoteles. Y, además, ya no creceremos más. O si lo hiciéramos, será con cemento sostenible.

La misma gente que sufre por que en Baleares los pobres no pueden pagar un alquiler e inauguran con bombo y platillos cincuenta viviendas públicas, permiten que decenas de miles de casas se destinen a los ricos turistas europeos. Como si no hubiera un mercado único de la vivienda, como si estas no se sustrajeran al residente.

El argumento que ampara este disparate es que a Internet no se le puede poner puertas pero, sin embargo, Baleares es de las pocas regiones donde no hay Uber porque el voto del taxista ha sido más importante y en ese caso sí podemos ir contra la historia y contra el mundo. Todo es relativo. Todo depende de cuántos votos suponga. Siempre hay una solución.

A mí no me indigna tanto que sumen más turismo sino que se presenten como ecologistas; que hagan una cosa y prediquen la contraria. No me parece tan mal que añadan cien mil turistas para que vayan en coche de alquiler a los pueblos, para que usen más depuradoras, para que consuman más agua y energía, empleando más aviones, sino que nos hablen de circularidad. No, no es serio buscar el voto de los propietarios de viviendas vacacionales, aprobando más de cien mil nuevas camas en el mercado, y hablar de ecologismo. Es obsceno que en pleno siglo XXI, con el autogobierno, mientras hablamos de los males que nos trae el turismo, Baleares aumente alrededor del cuarenta por ciento sus visitantes. Cantidad y cantidad.

Lo de Més y Podemos no se aguanta: por unas poltronas, por cuatro nóminas, por ser alguien en un telediario, para contarle a los nietos que el abuelo un día fue ‘cosa’, han traicionado al ecologismo. Ellos no piden el voto de los propietarios de estas casas; ellos se orientan a los chicos más radicales, mientras les dejan esta cantera de votos a los socialistas. Al final, por una vía u otra, todos suman y aseguran la mayoría. Mientras, la derecha de este país aún no imagina que el medio ambiente puede ser compatible con postulados conservadores.

Para mí, tanta mentira, tanta manipulación, tanto retorcer la verdad dinamita la democracia, la credibilidad, el debate. ¿Y nuestros intelectuales y pensadores? ¿Y los artistas? ¿Y los que recogían firmas? ¿Y el GOB? ¡Cuánto cinismo!

Me queda claro que un fenicio puede ser de derechas o de izquierdas, pero hoy diría que no es posible ser fenicio y ecologista.