Semanas llevamos con la cantinela de las elecciones andaluzas, un evento regional que al parecer lo condiciona todo, y por fin están aquí. Lo que quiere decir que es el momento de Macarena Olona, el último icono de la ultraderecha, que supera en capacidad insultante a la mismísima Ayuso, y que debido al empuje de Vox, ha convertido esta consulta en Olona contra todos. Y todos contra Olona, salvo naturalmente la izquierda, que bastante tiene con hacerse migas a sí misma. Ella, contentísima de ser el extremo centro de las trifulcas. Y eso que, debido a ciertas irregularidades y extravagancias en su empadronamiento, ni siquiera sabemos aún si podrá presentarse a candidata a presidir la Junta de Andalucía. Más confusión, en definitiva, que es precisamente el ideario de esta belicosa abogada del Estado, lista pero muy muy de derechas. Una vez zanjadas las discusiones sobre si el PP meterá en un Gobierno a su filial Vox, que ya no tienen sentido, todo orbita alrededor de esta agresiva y ofensiva lideresa ultra, a quien hemos oído calificar de carismática, pese a que en tanto que portavoz y secretaria general de Vox en el Congreso, sólo dice barbaridades. O quizá por eso. Ahora bien, las dice con expresión relajada (y ojos centelleantes), como cuando llamó fea a Yolanda Díaz. Fea, para qué extenderse en minucias. También dicen que cuando no está trabajando en ejercicio de su cargo, esta mujer, que está muy empoderada (por el otro extremo), es simpática y afable, incluso divertida. Me lo creo, por qué no. Incluso se le nota en la vistosa melena negra y las expresivas cejas. Lo que ocurre es que lo que haga en su tiempo libre una líder de la ultraderecha española, nos da igual. No importa. Y pase lo que pase en las elecciones andaluzas, Macarena Olona seguirá contra todos y todas. Le encanta.