Rafa Nadal mordiendo su último trofeo. | YVES HERMAN - Reuters

Se podría decir que me he hecho adulto viendo ganar Roland Garros a Nadal. Mi cumpleaños cae un par de días antes que el de esta leyenda que siempre cumple durante el torneo. Junio es Roland Garros para todos aquellos a los que nos gusta el deporte y en las dos últimas décadas Roland Garros es Rafael Nadal.

Recuerdo cuando a mis 15 años recién cumplidos llegó el de Manacor con sus pantalones piratas y su camiseta sin mangas para arrasar en la arena parisina. Han ido pasando los años y casi todos los años el resultado fue el mismo, Rafael Nadal campeón de Roland Garros. Van 14. Nadie hizo nada parecido y estoy seguro de que nadie lo hará. Estamos viviendo algo único, algo excepcional. Nadal es sin duda el mejor deportista español de todos los tiempos, quizás sea también el mejor de la historia del deporte. Si hablamos de capacidad mental, no tengo dudas de que lo es.

El tesón de Nadal, su esfuerzo, su innegable habilidad para reinventarse... Todo eso es patrimonio de la humanidad. Es un ejemplo en el que mirarse, un ejemplo de el no hay que darse por vencido. Hace unos años parecía que ya estaba prácticamente retirado, que su cuerpo había dicho basta. Y esta temporada se ha llevado los dos Grand Slam que se han disputado. Exhibición tras exhibición para ser el mejor tenista de la historia con 22 Grand Slam.

Hace unos días dejaba caer que quizás el partido contra Djokovic fuese el último de su vida en Roland Garros. Jugó ese y dos más para coronarse campeón. Muy grande debe ser el dolor que siente en su pie para que aún siendo el mejor nos quiera privar de ese talento. Mientras alargue su carrera debemos disfrutar. Disfrutemos porque no habrá otro igual.