Una cerilla. | Imagen de 0fjd125gk87 en Pixabay

El descubrimiento del fuego por parte del Homo Erectus permitió un salto evolutivo en la especie.
En Formentera somos mucho de lumbre. Muchas casas encienden fuego a diario con la llegada de los primeros fríos, para evitar además el exceso de humedad en el hogar. El fuego es el centro de las torradas con amigos y familias e imprescindible en las tradicionales matanzas. Gracias a él la oferta gastronómica de la isla se ha colocado en un lugar estratosférico como atractivo turístico.

Pero, cuidado, que el fuego es el arma del diablo. Hemos visto varios intentos de quemar restaurantes intencionadamente, además en entornos naturales, de enorme valor medioambiental, lo que hubiese supuesto una catástrofe, en caso de prender el incendio.

Los tres incendios que quemaron 30 hectáreas de bosque en Cala Saona en el verano de 2017, parecieron ser claramente provocados. Entre los turistas que cada verano fuman a bordo de sus motorinos (no se me ocurre una situación más absurda) o en el interior de coches hay muchos cuya colilla acaba en la cuneta, que es el inicio de una zona boscosa.

Y lo del incendio del archivo urbanístico del antiguo Ayuntamiento de Formentera en 1999 es, sin duda, una de las páginas negras de la historia reciente de la isla.

23 años después es sorprendente el trabajo que están realizando las científicas en el archivo de la isla con la recuperación de los expedientes de aquel archivo que a primera vista parecen más un saco de carbón que otra cosa. Sin duda, la evolución que supuso la llegada del fuego no solo sirvió para que algún desalmado sea de mechero fácil. También ha permitido al ser humano la formación e investigación que permite subsanar este tipo de aberraciones. Este verano le volveremos a pedir a Hefesto, que se mantenga alejado de nuestra frágil isla.