En esta solemnidad del Corpus Christi celebramos el misterio de la Santísima Eucaristía. La multiplicación de los panes y los peces es figura anticipada de la Sagrada Eucaristía. Aquella multitud que le había seguido se encontraba hambrienta de pan, de palabra, y de consuelo.

Jesús se llenó de compasión por la multitud. Curó enfermos y reconfortó a todos con su palabra, y con el pan. El Señor conocía la acción vivificante que había de ejercer el Santísimo Sacramento en la vida de los cristianos. La Eucaristía es un misterio de vida, de fe y de amor.

Jesús resucitado y glorioso está realmente presente en el Cielo y en la Eucaristía. Te adoro, sagrada Hostia, Pan vivo y alimento de los ángeles. La Eucaristía es el sacrificio mismo del cuerpo y de la Sangre del Señor Jesús, que Él instituyó para perpetuar en los siglos, hasta su segunda venida, el sacrificio de la Cruz, confiando así a la Iglesia el memorial de su Muerte y Resurrección. Es signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la vida eterna (Cat. de la I. Católica, número 271). Jesucristo instituyó la Eucaristía el Jueves Santo, la noche en que fue entregado, mientras celebraba con sus Apóstoles la Última Cena. En la santa misa renovamos sacramentalmente el Sacrificio de la Cruz.

Los verdaderos cristianos son almas eucarísticas. Nuestros deberes para con Jesús Sacramentado son: Visitarle con frecuencia cuando está oculto en el Sagrario o expuesto en la Custodia, asistir a la Santa Misa y recibirle en la Comunión. Ante el misterio de la Eucaristía, Misterio de Fe por excelencia, debemos decirle al Señor con los Apóstoles: «Tú 0tienes palabras de vida eterna». Nosotros creemos en la presencia real y verdadera porque Cristo lo ha dicho y esto nos basta. Adoremos al Señor.