Militares ucranianos en la línea de contacto. | Diego Herrera - Europa Press

Esto del tan cacareado Nuevo Orden Mundial no hay quien lo entienda. Es más bien un desorden planetario lo que rige en esta era de Acuario desde el atentado a las Torres Gemelas, cuando las libertades del Occidente individualista empezaron a recortarse a la asiática.

La respuesta al virus de Fu Manchú –¡todavía tantas incógnitas respecto a su origen!—fue totalitaria en gran parte del mundo. España vivió el encierro más delirante fuera de China, y el presidente más mentiroso y autócrata de nuestra historia democrática todavía no se ha pronunciado sobre su descarada inconstitucionalidad. Así se lo habrá recomendado su inexistente comité de sabios.

Por sus propias declaraciones, queda claro que los plutócratas planetarios desean una reducción de la población humana. ¿El fin justifica los medios? La bestial e insensata guerra en Ucrania demuestra los fallos de la globalización. Pensábamos que Ucrania era un granero europeo –por eso Hitler rompió su pacto con Stalin—, pero no del resto del mundo, donde también existe la agricultura desde hace milenios. Y así, se anuncia tremenda hambruna, carencia de materias primas, precios disparados de la gasolina (no tanto del barril de petróleo), crisis económica, histeria geopolítica y rearme internacional para facilitar o parar una próxima guerra mundial.

En Alemania cierran centrales nucleares y se convierten en parias energéticos justo cuando finalizan el gaseoducto. Ya muchos piensan que la Merkel comía con hoz y martillo antes que cuchillo y tenedor…

En España suben los impuestos y amenazan la supervivencia de los maltratados autónomos. Parece que solo desean o grandes empresas o proletarios. Pero seguimos con el récord de chupópteros de la teta pública, políticos, asesores y otros parásitos, cuyo bienestar está asegurado.

¿Espontaneidad en el caos? Más bien una perversa orquestación para domar la libertad.