La figura de Marc Márquez ha eclipsado por completo a una generación de pilotos que ha crecido a su sombra o teniendo como referente a un deportista único. Entre ellos, dos mallorquines han sufrido y compartido pista con una leyenda apartada de los circuitos por unos problemas físicos que, incluso, han llevado a poner en duda su continuidad en el Mundial. Jorge Lorenzo y Joan Mir tocaron el cielo ante su presencia en la cilindrada reina, MotoGP, una categoría que resultaba utópica años atrás, pero que habla español en la última década. Desde que Lorenzo destapó el cava en 2010.

Con Márquez fuera de combate y Mir lastrado por un equipo en retirada y una moto que no acaba de responder, le ha llegado la hora de la reivindicación a un ‘currante’ del motociclismo, convertido casi sin esperarlo, en la gran esperanza para pelear por el título en un 2022 que ha acabado por consagrarle. Aleix Espargaró (Granollers, 1989), amigo y compañero de entrenamientos sobre la bicicleta del ‘artanenc’ Enric Mas, ha situado a una marca llamada a ser secundaria como Aprilia en lo más alto. En su campaña 12+1 en MotoGP, es el único que puede arrebatar el cetro al francés Quartararo, que ha devuelto a Yamaha al escenario ganador que años atrás trazó Jorge Lorenzo.

No sorprende su capacidad de trabajo, resistencia y seguridad en pista. Lo hace el haber subido cinco veces al podio (con victoria en Argentina añadida) con una moto que parecía del montón y a la que el mayor de los Espargaró –su hermano Pol, en el Repsol Honda, dejará su montura a Joan Mir, salvo sobresaltos– ha sacado un rendimiento que pocos podían imaginar meses atrás.

La gran temporada de Aleix es motivo de alegría para el piloto. Pero lo más llamativo ha sido la felicidad global en el ‘paddock’ al ver cómo, tras incontables temporadas, le ha llegado la hora de pelear por ser alguien importante en la parrilla. E, incluso, por ser campeón del mundo.