La vida del socialista Vicent Torres ha pasado del regocijo presidencial a la enajenación depresiva en la oposición. Primero se alzó con el liderazgo de los socialistas ibicencos tras ser teledirigido por el sector oficialista y después de un fraudulento congreso que acabó con la expulsión de medio partido (así cualquiera gana). Accedió a la quinta planta del Consell dejando un pésimo recuerdo basado en la polémica, la censura, la falta de ejecución del presupuesto, un PTI improvisado sin consenso, gastos desproporcionados en faranduleo y un cajón de facturas pendientes de pago.

La oposición no le sienta bien a pesar de estar generosamente regada con un sueldo de más de 50.000 euros. La gracia concedida por Vicent Marí al otorgarle una dedicación del 90% (algo de dudosa legalidad) no parece haber calmado a este irascible político que ya busca la siguiente plaza en la que medrar para seguir enchufado a la teta de mamá administración. Parece haber tenido suficiente con perder dos elecciones contra Vicent Marí y es probable que intente recaer en algún cargo al que no aspire su némesis, no vaya a ser que el látigo de la derrota lo vuelva a azotar.

El debate de política general nos demostró que los mantras del socialismo rancio son los únicos de los que es capaz de servirse este mero lector de discursos prescritos. Su silencio en el escándalo AMADIBA contrasta con su diarrea verbal para repetir las mismas sandeces desde que perdió las elecciones. La situación de Torres es el retrato de un PSOE ibicenco con los mismos mandos desde hace más de dos décadas y con una severa incapacidad para atraer talento nuevo. Ahora es el turno de ‘Agustinet’, ese mirlo blanco que también acaba de llegar a la política para aportar frescura, renovación, proyecto e ilusión.