El diputado de Junts Francesc de Dalmases, en una sesión plenaria, en el Parlament, a 20 de julio de 2022. | David Zorrakino - Europa Press

En la ciénaga catalana, el último escándalo lo protagonizan la presuntamente corrupta Laura Borràs y una de sus mascotas, el diputado autonómico de Junts Francesc de Dalmases. La primera, presidenta aún del Parlament, fue entrevistada días atrás en TV3 y no le gustaron las preguntas. El segundo, alertado por su jefa, arremetió contra una de las periodistas a gritos y, al parecer, dando golpes a algún que otro mueble. En Vila aún no hemos llegado a esos extremos pero poco falta, a tenor de los modos que gasta el supuestamente humilde que llegó al poder.

Voces más elevadas de lo normal y amenazas comienzan a ser el pan nuestro de cada día con este sujeto, que puede presumir de muchas cosas excepto de una gestión brillante. Ahora, como no tiene suficiente con intentar sacarnos de sus ruedas de prensa, nos envía a sus esbirros vía Twitter a dar la turra. Así, tengo a una individua a sueldo de la FSE-PSOE (es decir, pagada con mis impuestos) amenazándome en la red más irreverente del mundo y, a la vez, a un pobre arrastradillo enviándome mensajes que se quedan en la nada porque lo tengo bloqueado. No sé hasta qué punto estas cosas son normales. Lo que sí sé es que mientras el humilde y su colla de dóciles pierden el tiempo en la red, los comerciantes de Isidor Macabich se arruinan por su capricho. Más de 30.000 euros anuales cada uno en pérdidas este año. El poder sirve para hacer el bien, pero también para hacer el mal. Y en Can Botino, el todopoderoso ha preferido la segunda opción. Le diría que se paseara por la avenida y preguntara a los afectados. Pero para eso, como dicen en ese español que tanto aborrece, no hay huevos.