Las obras de Isidor Macabich. | Daniel Espinosa

Dejando al margen las diferencias de ideología política o las rencillas personales que puedan existir entre grupos de comunicación y cualquier responsable público sobre el mayor o menor acierto a la hora de valorar la gestión de estos últimos hay determinadas situaciones que caen por su propio peso y este peso no es más que la aplicación o no de la más pura lógica.

Sin duda, una de las grandes polémicas de la presente temporada de verano gira en torno al inicio y ejecución durante todo el verano de las obras en una de las principales vías urbanas de Vila, la avenida Isidor Macabich. Es del género absurdo pretender minimizar los efectos negativos que las mismas están suponiendo a diversos niveles. Es más que evidente el perjuicio que las mismas provocarán en la práctica totalidad de los negocios situados en dicha avenida y, para ello, no hace falta ningún tipo de estudio de mercado ya que basta atreverse a dar una vuelta por sus aceras levantadas y con espacios mal adecuados y tercermundistas para el tránsito de peatones y vehículos.

Acceder a cualquier punto del entorno de la zona en obras también pasa a ser toda una nefasta aventura. En cuanto a la movilidad, ningún miramiento se ha tenido y no se han planteado en ningún caso alternativas controladas y debidamente reguladas para paliar los problemas que se iban a provocar. Que la supresión de un importante número de aparcamientos iba a colapsar las calles y zonas adyacentes no parece que fuera tan difícil de prever. Por lo tanto, antes de iniciar las obras de un proyecto como éste se debería haber tenido la precaución de que determinadas líneas de transporte urbano pasaran a tener un funcionamiento exquisito para paliar la necesidad del uso del coche particular, para lo que, además, habría que mejorar enormemente el estado y viabilidad de los aparcamientos disuasorios. Por supuesto, nada de ello ha ocurrido ya que el transporte público tanto a nivel municipal, como insular, son un auténtico desastre y la movilidad en el municipio es el caos absoluto.

Por si todo ello no fuera suficiente, todos esos quebraderos de cabeza no los sufren tan solo los residentes habituales de la isla o del municipio. Los están sufriendo también una parte importante de los miles y miles de visitantes que recibimos todos los veranos. Resulta del todo inaudito que la    primera imagen que se transmite en todos esos casos no sea la que corresponde a una ciudad que es Patrimonio de la Humanidad y que tiene unos valores históricos y artísticos envidiables. El caos, los problemas de circulación rodada o peatonal y diversos casos de caídas de viandantes que desafortunadamente han tenido lugar en esas zonas llenas de polvo, tierra, agujeros y cascotes son desgraciadamente la carta de presentación que Vila ofrece al mundo a día de hoy.

Desde el Ayuntamiento de Ibiza se ha intentado justificar la fecha de inicio y el plazo de ejecución de las obras en base a la necesidad de llevar a cabo diversas mejoras que figuran en el proyecto y en el hecho de que la pandemia ha retrasado mucho su posible inicio. Sinceramente, ambas cosas no dejan de ser meras excusas con muy poco peso ya que, precisamente, obra pública es lo que menos se paró durante los dos años de pandemia. En cuanto a que la obra tenga un plazo de ejecución de 12 meses tampoco justifica que la ciudad esté patas arriba durante los meses de verano; hubiera bastado con tener la previsión de dividir la ejecución de la misma en dos periodos invernales de seis meses cada uno, lo que hubiera evitado el caos que se está provocando actualmente.

Pero sí llama la atención la falta de capacidad de programación en la ejecución de determinados proyectos y queda patente la necesidad de una persona o de un organismo municipal capaz de ver con la debida perspectiva los diversos proyectos municipales y poder, por tanto, hacer una correcta distribución del inicio y periodo de ejecución de cada uno de ellos, en base principalmente del interés general. Pero creo, sinceramente, que todavía hay un detalle que llama mucho más la atención.

El detalle en cuestión es que nadie del entorno del alcalde de Vila, y me refiero a su entorno más directo en el partido socialista, no haya sabido aconsejar mucho mejor al máximo mandatario municipal. Resulta inconcebible la falta de visión política demostrada, al no ser conscientes desde el partido de la cantidad de enemigos que ellos mismos se están creando a un año escaso de las próximas elecciones.