Alrededor de los 12 años se produce el cruce ‘X’ de funciones, es decir las relacionadas con la orientación han de tener más peso que las relacionadas con el cuidado. | Imagen de Ana Krach en Pixabay

En nuestra cultura occidental, un chico o una chica de 14 años debería ser totalmente autosuficiente: debe tener hábitos de higiene saludable, tiene capacidad de cocinar, sabe gestionar el descanso, puede limpiar y organizar cuarto y ropa, etc. ¿Existe alguna tarea del hogar que no pueda realizar? Sin embargo, su autonomía emocional o vocacional puede que aún no sea suficiente.

La teoría de la ‘X’ agrupa las funciones familiares en dos grandes grupos diferenciados: funciones de cuidado y funciones de orientación. Por un lado, las cuidadoras que son aquellas que se producen con mayor intensidad en los primeros años de vida de los hijos. Tienen que ver con tareas de supervivencia, protección, alimentación, higiene, descanso, etc. conllevan para los progenitores una carga y esfuerzo físico importante. Por otro lado, las funciones orientativas se producen con mayor intensidad en la etapa de la adolescencia. Tienen que ver con tareas de modelado, consejo, reflexión, prevención, tutoría, etc. conllevan para los padres y madres una carga y esfuerzo mental significativo, ya que tienen como objetivo ayudar a definir la personalidad de los menores.

De forma natural las funciones de cuidado deben disminuir acorde a la evolución de los hijos. De manera contraria, las funciones de orientación han de ir en aumento en función del crecimiento de los menores. Alrededor de los 12 años se produce el cruce ‘X’ de funciones, es decir las relacionadas con la orientación han de tener más peso que las relacionadas con el cuidado.

Es una responsabilidad de los progenitores incentivar este cambio parental. Cuando los hijos crecen, las funciones orientativas son más complejas e intensas. Conllevan esfuerzos cognitivos importantes, dado que se generan luchas de opiniones, conflictos, diferencias interpretativas y la autonomía puede ser percibida como un riesgo. El camino hacia la propia identidad de la adolescencia conlleva diferencias de pareceres y discrepancias familiares. Los padres necesitan realizar un esfuerzo intelectual alto para poder orientar. Si se tienen dificultades para disminuir o repartir las funcione familiares de cuidado es posible que esto afecte a las funciones de orientación. Unos padres cansados físicamente por las tareas del hogar, probablemente estén condicionados para dedicar el esfuerzo psicológico que requieren las funciones de moldeado.

La autonomía de los hijos ha de reflejarse de manera directa sobre las tareas del hogar, los progenitores han de liberarse progresivamente de este tipo de cargas que fueron muy intensas en los primeros años de vida de los menores. Para centrarse en la orientación como última función hacia la autonomía de los menores.

Asumir tareas de cuidado y de orientación con la misma dedicación generará una disrupción en el proceso evolutivo y de autonomía de la familia, que afectará al óptimo desarrollo de cada uno de sus miembros. ¿Tú decides donde pones la ‘X’?

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