Cartel de la campaña del Ministerio de Igualdad.

84.500 euros es lo que ha pagado el Ministerio de Igualdad para crear un cartel que defienda el derecho de todas las mujeres a disfrutar de nuestras costas, tengan la talla, tetas, color, condición sexual o pelos en el cuerpo que quieran. Les confieso que no me hacía falta ver ese dibujo para pasearme rotunda y feliz por Cala Comte, Talamanca ni Es Canar, y que hace tiempo que mis curvas, estrías o depilación me preocupan mucho menos que la calidad de sus aguas.

Nadie pone en duda que ser la antítesis de las vigilantes de la playa no nos exime de poder darnos un chapuzón, jugar a las palas o leer una excelente novela histórica al amparo de este sol de justicia, pero, sinceramente, reivindicar que estamos sometidas a «violencia estética» para justificar la campaña «El verano también es nuestro», era innecesario.

Ya no solamente porque el precio pagado iguala al del dibujo ‘Padre e hijo a las orillas del mar’, de Pablo Picasso, aunque su autora venda en su página web retratos personalizados por el módico precio de 65 euros, sino porque, hace tiempo que nosotras solas nos hemos sacudido los estereotipos.

En esta línea, y sin intención de echar leña a la polémica, la autora de la creatividad en cuestión afirma que solo ha cobrado 5.000 euros de esa partida, mientras reconoce con vergüenza en un hilo capado a comentarios de Twitter que, por «desconocimiento», obvió pedir permiso y pagar los derechos de las fotografías de las mujeres que protagonizan dicha ilustración, «robadas» de Internet y sin su consentimiento, así como de la tipografía usada para rubricar el título de esta.

La pillada ha sido monumental y, mientras indagamos quién se ha quedado los otros 80.000 euros, o si estos servirán para compensar a las modelos en cuestión, vayamos al meollo de la cuestión y a lo innecesario de esta campaña mal organizada, ejecutada y desarrollada.

Si alguien decide no depilarse porque considera que el vello es bello y que su función natural debe ser preservada, ¡adelante! Si tenemos claro que la belleza no se escribe con «S» de 38 sino de salud y que el color de nuestro pelo y de nuestra alma se lo ponemos nosotros, ¿quién es nadie para rebatírnoslo? Si esa persona considera que su cuerpo es un lienzo en blanco sobre el que escribir su historia, si decide que estar morena está demodé y que lo que se lleva es el blanco nuclear o si ha superado un cáncer y una mastectomía no va a impedirle prescindir de la parte de arriba del bikini, ¡olé sus ovarios! pero la diversidad nos representa a todas y aquí faltamos muchas.

Echo en falta en esta ilustración a una mujer delgada, de esas que no engordan aunque quieran, a una alta, a una muy bajita, a una mediana o a otra con distintas capacidades. Igual esta última preferiría que esta partida se hubiese destinado a un correcto acceso a estos espacios para que pueda realmente disfrutarlos sin peligro para que el verano también sea suyo, ¡ay, no, esperen, que resulta que otra de las imágenes robadas sin consentimiento era la de una mujer con una prótesis en una pierna a quien milagrosamente se la ha puesto para llenarla de pelos, porque eso sí es integración!

Echo en falta también a una mujer grande y bella como mi madre, porque ella es la musa que imagino siempre que voy a la playa y el ejemplo que he tenido toda la vida sobre lo poco que importa tener una 46 si eres mágica, fuerte y sana. También extraño a una niña libre y divertida como mi sobrina y a una adolescente soñadora escuchando música en silencio.

A ese cartel también le falta algo esencial y que todos deberíamos disfrutar en la playa: libros, la mejor arma, herramienta y elemento para combatir los prejuicios y entender que los cánones de belleza cambian con los siglos, las corrientes y los países, pero que lo honestamente hermoso debe cultivarse dentro. Si descuidamos nuestros valores, conocimientos y humanidad seremos escuálidos y tendremos flácido el cerebro.

Los estereotipos contra los que quieren luchar desde ese Ministerio de Igualdad que se empeña en hacernos sentir diferentes, son los que vemos en este dibujo y la diversidad de los cuerpos es mucho más amplia. A mí que las revistas me muestren lo guapísima que está Nieves Álvarez vestida de Adlib Ibiza a sus 48 años no me supone ningún bofetón ni insulto a mi inteligencia, sino que me parece un espectáculo visual digno de admiración.

Eso no quiere decir que me plantee el paradigma de querer ser como ella o que me lleve al desatino de intentar igualar su cuerpo y rostro. Eso sí, puede que su ejemplo de vida saludable sí que me influya para aspirar a una existencia más longeva y a hacer más deporte, por ejemplo. Esta no es una guerra entre guapas y feas, ni una lucha por dejar de ser los hermosos floreros regados por el patriarcado, sino una búsqueda de la auténtica libertad, igualdad y fraternidad, que parece que muchas han olvidado.

El verano es nuestro, de todas las que prometemos hacer bien las cosas para que sea el mejor de nuestras vidas; ustedes limítense a hacer mejor su trabajo, a no dilapidar nuestros impuestos y a gestionar el país para que sea realmente un lugar más justo y bien administrado.