Fachada de Can Botino, en una imagen de archivo. | Daniel Espinosa

Los socialistas ibicencos merodean angustiados por un 28 de mayo que se acerca estrepitoso y al que acuden fatigados, desgastados y sin proyecto político que ofrecer, más allá de los mantras que no han mutado desde los años 90 y las alabanzas a Su Sanchidad. Adolecen de un exarcebado nerviosismo que les ha llevado a perder los estribos, con un amortizado ‘Agustinet’ al frente que huyó de Sant Josep para pasar desapercibido como conseller inocuo. Francina lo (man)tiene en el Govern para lucir airosa una cabeza ibicenca que no molesta y con ello intentar disimular su centralismo mallorquín. También saben que están contadas las horas para bajarse del altar de Can Botino desde el que pontifican con soberbia sobre las supuestas bondades que ofrece una ciudad que se ha vuelto todavía más hostil, sucia e inhabitable de lo que ya era antes de su llegada. En Palma y el Consolat de Mar la música no es muy distinta, a pesar de que Hila y, sobre todo, Armengol tengan bastante más talla política que sus congéneres ibicencos. Existe una amenaza real de perder el gobierno de las dos principales ciudades de Baleares, el gobierno autonómico y quedarse en la oposición del Consell d’Eivissa, algo que mandaría al PSIB-PSOE a la irrelevancia más espinosa. Si ello ocurriera, no les quepa la menor duda de que no veremos el menor conato de autocrítica y justificarán su derrota alegando que no les desahuciaron los ciudadanos, sino el Grupo Prensa Pitiusa, con quien han emprendido una cruzada en la que no tienen nada que ganar y todo que perder. Su victimismo infantiloide los lleva a un revanchismo que sólo les permite vomitar bilis contra todo aquello que se escriba o publique desde este medio o la TEF. Mientras sudan y twitean enagenados, Prohens y Marí cabalgan silenciosos.