Parada de taxis del puerto de Ibiza. | Daniel Espinosa

El escándalo del toldo de la parada de taxis de Vila ha llenado de indignación a usuarios de este servicio público pero también a ciudadanos de a pie que observan asombrados cómo su dinero se malgasta sin consecuencias. El toldo en sí es un despropósito que nace de otro aún más grave: cambiar la ubicación de la parada sin justificación lógica y como imposición. Pero el toldo, además, evidencia que en Can Botino no parecen tener muy claro de qué va la cosa del servicio al ciudadano.

El toldo es inútil, no sirve, no da sombra cuando la tiene que dar. Y a ver qué pasa cuando caiga el primer tormentón de final de verano. El toldo, además, demuestra la despreocupación con la que el Consistorio se ha tomado el asunto de la protección de los usuarios del taxi en la segunda parada más concurrida de la isla. Y, por si esto no fuera suficiente, el toldo también pone de manifiesto el cinismo con el que el mismo Ayuntamiento ha recibido las críticas.

El concejal de Movilidad, Aitor Morrás, nos ha llamado «terraplanistas» por publicar el desastre. Lo que aún no ha explicado es quién autorizó la instalación de la piltrafa y por qué, ante la evidencia de la metida de pata, no se ha corregido. No es la primera vez que Morrás actúa de este modo. Ya lo vimos con el carril bici de Bartomeu Roselló, que costó 80.000 euros y que empezó a desteñirse tres días después de ser pomposamente presentado. Y lo estamos viendo con la inútil encuesta sobre el parque de vivienda de la ciudad. Una encuesta que nos va a costar 400.000 euros y que no sirve de nada porque Vila no tiene competencias para poder cambiar el panorama.

Las cloacas no somos los periodistas que denunciamos lo que está a la vista de todos. Las cloacas y su "cieno hediondo" están petadas de vividores de la cosa pública a los que, además de aguantar su inutilidad y sus insultos, les tenemos que pagar el sueldo.