Aaron Keydar, junto a una de sus obras.

Estos días el escultor israelí, afincado desde hace más de 50 años en Formentera, Aaron Keydar, celebra una muestra introspectiva con la antología de su obra escultórica en maderas de la isla.

Keydar es el último hippie de aquellos que llegaron a la isla a principios de los 70, al descubrir la libertad.

En una entrevista para este periódico, el escultor confiesa que llegó aquí asqueado de su país, después de verse obligado a luchar en la Guerra de los seis días.

Explica que en aquel 1971 no había turistas y que con 5.000 pesetas al mes podías vivir en la isla, pagando el alquiler, la comida, la bebida y las drogas.

Formentera tenía muchas casas vacías, que podías comprar por «medio millón de pesetas» y que no interesaban a nadie.

Aaron nunca compró, no pensaba en la propiedad, ni mucho menos en especular, muy propio de un hippie.

Pero como ha cambiado el cuento, ahora la mayoría de los mortales no pueden permitirse comprar una vivienda en Formentera. Se venden algunas y también hablamos de millones, pero en este caso de euros: uno, dos, tres o cuatro. Esa es la realidad de la vivienda en la isla, lo que está provocando la falta de mano de obra para todos los negocios, la huida generalizada de familias residentes en la isla y que no pueden soportar la presión inmobiliaria, con la consecuente pérdida de «efectivos humanos». Dificultades para contar con personal sanitario y educativo de calidad y dispuesto a consolidarse y muchos problemas más que no me caben. «Es el mercado, amigo» que diría Rato, desde luego, pero digo yo que entre vivir de fiesta en fiesta, puesto de LSD hasta las cejas y no poder vivir, debería haber un punto medio.

¿A usted qué le parece?