Llegas a la playa, plantas la sombrilla con ternura y con firmeza, como si fuese una semilla destinada en convertirse en un ser concebido para darnos sombra y aliento, y extiendes la toalla. No importa si es de rizo, si es un pareo o si eres de las previsoras que se desplaza con hamaca y nevera incorporadas, tú haces tu campamento con los elementos del día, a veces, incluso, con poco más que un bikini, una buena crema protectora y unas sandalias. Comienzas a quitarte la ropa y te calzas el gorro y las gafas de sol. El agua te ronronea a lo lejos mientras entona su canción salada para que te sumerjas en su interior con el fin de limpiarte cuerpo, cabeza y alma. Respiras, suspiras y sonríes. Tu cuerpo ya no es el mismo que el de hace unos años, cuando la juventud destilaba un aroma que no apreciabas y que ahora añoras, pero agradeces seguir teniendo unas buenas piernas para recorrer el mundo con paso firme y certero. Miras a un lado y al otro. Esta vez no has logrado conquistar una cala desierta y hay gente, demasiada, piensas. Frunces el ceño y dudas si quitarte la parte de arriba, como antes, como siempre has hecho y de pronto, como accionada por una especie de resorte, te desprendes de ella, como si unas alas grandes y fuertes necesitasen sacudirse ese pedazo de tela para mostrar sin tapujos tus cicatrices, tus pechos libres y con historia.

Mi amiga Pati publicaba el jueves una fotografía suya en Instagram en la que hablaba de la forma en la que a veces la observan cuando recrea esta escena y donde también arrojaba una reflexión sobre cómo recoge ella esas miradas. Ella, que defiende en su cuenta @elcancerdemamanoesrosa que esta enfermedad se lleva a muchas, pero que también deja a millones de mujeres en tierra con heridas y con secuelas, se muestra como es: bella, poderosa y sincera. Sé que echa de menos las calas de Ibiza y que cuando lea este artículo, que me ha autorizado a escribir, me guiñará un ojo imaginándose en los cientos de rincones de nuestra isla que evoca.

Pati dice que a veces la miran y que le ha costado publicar esas fotos que muestran su realidad, la de muchas, pero que necesitaba exponerse para sentirse libre y reclamar su sitio. Un lugar donde las mujeres que han sufrido una doble mastectomía se puedan pasear por la vida con sus nuevas tetas bien puestas sin tener que echar de menos muchas más cosas que unos pezones, donde se reconozcan sus secuelas, tengan acceso a trabajos adaptados, bajas médicas que entiendan sus episodios de febrículas o una pensión que reconozca los horrores de un cáncer que ya le ha quitado demasiadas cosas. Su dolor no cabe en un cartel demagogo y mal ejecutado, ni falta que le hace. Pati se ha dejado el pelo largo para que su hijo no asocie su nueva imagen con la enfermedad. Dice que se ha puesto la coleta de quienes saben que esta puta enfermedad no tiene gamas cromáticas, que pinta más bien en bastos, que escuece, que escuece mucho, y que es muy oscura.

Afirma que tenía fotos mejores, en rincones en los que se sentía menos expuesta, pero que tras verse en otros ojos ha querido compartir su verdad y levantar la cabeza para lanzarse al agua y volver a sentirse completa, como antes del cáncer.   

A veces nos miran, esgrime Pati, y al analizar esas miradas ha descubierto que la mayoría son de aceptación, de complicidad y de admiración, y no me extraña, porque yo nunca la he visto tan guapa por dentro y por fuera como en este septiembre que hemos empezado, tan distinto al de hace unos años cuando lo importante era salvarse y las tetas eran lo de menos. Ahora ella vuelve a ser la misma, la de entonces, pero mejorada. Sigue siendo esa que se reía de mí porque soy incapaz de bajarme los tirantes del bañador por pudor y porque llevo más cosas a la playa que a una guerra, pero con otra luz, con una misión propia. No borres nada porque todo en ti destila vida, porque cada paso que damos en nuestra lucha común contra esta auténtica pandemia es para que ninguna otra Pati, Elena, Marta, Rocío, Vicky o Paqui sienta el miedo de cristal colándose por su espalda cuando el oncólogo anuncia al otro lado de la mesa que el diagnóstico es cáncer. Algunas se han marchado, otras seguís reclamando avances, investigación, apoyo y detección precoz, mientras que nosotras, vuestras escuderas, hacemos lo que podemos para que se os vea bien, para que os miren y aprendan. Anoche brindé por ti en la VII Gala Solidaria Elena Torres, mientras Priscila Monteiro Kosaka, la investigadora del CSIC a quien financiamos y que nos da esperanza, anunciaba que su proyecto de detección precoz contra el cáncer y está en su cuarta fase.

Saquemos pecho, Pati, que nos miren bien, porque vamos a cambiar el mundo.