El Congreso de los Diputados.

Varios ministros y, de manera vicaria, los medios entregados a la causa sanchista vienen calentando las expectativas del debate en el Senado entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. En realidad un mini encuentro dialéctico dado el formato de estos lances parlamentarios en los que el presidente del Gobierno administra a voluntad tanto la duración de sus intervenciones como el orden de las réplicas. Aún así, a pesar de lo exiguo del palenque, ya digo que con la pueril intención de poner nervioso a quien como jefe de la oposición debuta en el «cara a cara» con Pedro Sánchez, más de uno de los turiferarios sanchistas que pueblan las tertulias televisivas y radiofónicas han llegado a decir que «Feijóo se la juega» .Como si Sánchez fuera Castelar. Que ni lo es, ni parece que Demóstenes le hubiera llamado por ese camino.

Estamos asistiendo a una campaña de intimidación sicológica nacida en el laboratorio que instaló el hoy olvidado Iván Redondo y a cuyos mandos se encuentra el ministro de la Presidencia Félix Bolaños, pródigo en eslóganes y gracietas. Antes de que el joven concejal Pedro Sánchez llegara en 2009 al Congreso merced a la renuncia del diputado Pedro Solbes, Núñez Feijóo ya había sido nombrado presidente de la Xunta tras conseguir el PP la primera de las tres mayorías absolutas que vinieron después. Quiere decirse qué en orden a factores como el miedo escénico o la inevitable tensión dialéctica, aunque el Parlamento de Galicia no es lo mismo que el Congreso o el Senado, Feijóo llega curtido al debate. Con mucha mili detrás y con los sondeos de intención de voto favorables al Partido Popular en una proporción hasta ahora desconocida.

En un debate que girará alrededor de las causas y consecuencias de la inflación -por encima del 10 %- y la crisis energética juega también a favor de Feijóo que llega facultado para señalar a Pedro Sánchez como plagiario de una de sus medidas para abaratar el IVA del gas y bajándolo del 21 al 5%. Medida negada por varios ministros hasta horas antes de qué Sánchez lo anunciara dejándoles en evidencia. Todo lo cual induce a pensar que quien sicológicamente comparecerá con ánimo y fuerza visto el viento favorable que empujan las encuestas es el líder de la oposición. Por otra parte, nadie espera que, tras el debate, Sánchez consiga remontar la creciente ola de desafección que genera su manera de gobernar España.