Lola Penín (APIES) y Carmen Ortúzar, madre de Pablo. | Irene Arango

No todos los alumnos pueden optar a todo y debemos aceptar que cada alumno tiene unas características especiales, y según éstas pueden optar a unas cosas u otras», así habló la delegada insular de Educación sobre los jóvenes con discapacidad. Sí, los mismos que luego se llenan la boca hablando de inclusión y de igualdad de oportunidades pero que a la hora de la verdad se tienen que retraer de sus propias palabras. Durante estas semanas hemos vivido el caso de Pablo, un joven de 18 años que lo único que pedía al gobierno de Armengol era poder estudiar un grado de Formación Profesional. Nada raro hasta ahora. El problema llega cuando se sabe que Pablo tiene una diversidad funcional. Durante semanas nos hemos hecho eco de las trabas que el gobierno «más progresista» y abanderado de las leyes de inclusión ha puesto a Pablo en su ilusión de acceder al grado de FP de Jardinería. Reuniones con representantes insulares de Educación, más de 3000 recogidas de firmas, páginas enteras de los principales medios de comunicación de Ibiza, y hasta los de ámbito autonómico, y una lucha de tres años ha sido lo que se ha necesitado para que el gobierno de Armengol cediese y diese una solución a Pablo, algo de lo que me siento muy feliz. Sin embargo, no me siento tan feliz por el trasfondo que hay detrás de la historia de este joven.

El problema va más allá de todo esto, más allá del cinismo propio que tienen aquellos que, como este PSIB, se abanderan de términos y actitudes progresistas pero que realmente solo miran por ellos mismos. Y es que todo esto tiene que ver, una vez más, con la falta de recursos que siempre tenemos en Ibiza. Porque sí, no olvidemos que a Pablo no se le estaba dejando estudiar una FP porque no se disponía de un auxiliar técnico, y ¿de quién es la culpa? En primer lugar, del Govern de les Illes Balears, que en vez de Illes Balears podría pasar a llamarse el Govern de Mallorca, pero ojo, aquí en Ibiza también se tiene su parte de responsabilidad. ¿Por qué no damos un «golpe» sobre la mesa y exigimos lo que nos toca? Ibiza debe tener un altavoz propio, o es que ¿no pagamos todos nuestros impuestos como cualquier mallorquín?

Entonces ¿por qué menos recursos? Tres años ha necesitado la familia de Pablo para conseguir algo que ya daban por perdido, algo tan sencillo y básico en un Estado de derecho y democrático como el nuestro, como es la educación. Y el caso de Pablo es la punta del iceberg de todo lo que hay detrás: la falta de médicos en Can Misses, la falta de especialización, el grave problema que tenemos con la vivienda (imposible para los jóvenes acceder a una), la pérdida de docentes, o la falta de oportunidades con la que nuestros jóvenes, a veces, tienen que hacer frente entre otros.

Por ello creo que ya está bien de agachar tanto la cabeza. Necesitamos unos representantes valientes que miren a Madrid y se planten, poniendo a Ibiza por delante. Ya está bien de que haya ciudadanos de primera y de segunda.

Mañana cualquiera de nosotros podemos estar en la misma situación que Pablo. Quizá, un día el maldito cáncer nos llame a la puerta y no nos den cita con el oncólogo porque no hay especialistas, ¿os suena? Ya está bien de ser los palmeros de Armengol y Sánchez y empecemos a reivindicar lo que por ley nos toca.