Lola Penín, de APIES, mostrando el recurso que presentaron a Educación. En segundo plano, Carmen, la made de Pablo. | Irene Arango

Cuando era joven odiaba las historias con final feliz. Me gustaban las tragedias, como le ocurre a quienes no las han vivido, pero con los años les confieso que han terminado por apasionarme los desenlaces justos en los que los «buenos» logran sus sueños y donde la última página nos muestra una ensalada cuajada de perdices escabechadas.

Pablo y su madre no solamente se han metido en un jardín para lograr su meta, sino que lo han cultivado, abonado y regado hasta que los señores grises y cuadrados de arriba no han tenido más remedio que permitirles cosecharlo, y les aseguro que no ha sido tarea fácil. La parte verde de este relato, la ponen ellos.

Lo cierto es que en un momento en el que la sociedad abre los ojos y comienza a ver a las personas con distintas capacidades como son realmente, aptos, libres y con derecho a insertarse laboralmente, resultaba paradójico que la Conselleria Balear de Educación le negara a este chico de Ibiza la posibilidad de matricularse en un módulo formativo donde emular a Eduardo Manostijeras. Permítanme el símil, porque el argumento era tan peregrino como el daño que podría infligirse con los aperos propios de este gremio. Eso sí, le conminaban a cursar otra formación, en este caso de cocina, donde cuchillos, fogones y guisos podrían ser tan lacerantes como los dedos del personaje de la película de Tim Burton.

Mis compañeros de pluma, blandiendo sus letras como el arma más eficaz que existe contra las injusticias, han dado durante semanas espacio y alas a la denuncia de la familia de Pablo en todos los medios de la isla y se ha hecho tan grande, tan justa y tan empática que no escucharla hubiese hecho parecer a nuestros «progresistas» dirigentes, señores de otro tiempo. Según la RAE, por cierto, este término se aplica a una persona o colectivo con ideas y actitudes avanzadas y esas cartas en las que esgrimían que Pablo no estaba capacitado para ser un jardinero titulado, sinceramente, eran de todo menos liberales, al acechar y segar literalmente su autonomía para escoger qué o quién quiere ser. Supongo que han seguido su historia, en la que su familia reclamaba a la Conselleria Balear de Educación y Formación Profesional poder matricularlo en el ciclo de grado básico específico de Agrojardinería y composiciones florales en el IES Algarb. Y es que Pablo Valenzuela lo tenía claro y no autorizar su escolarización clamaba al cielo, ese que regará los rincones a los que él de vida. Seguro que los gerifaltes del Govern no han leído «Jardinosofía» del filósofo Santiago Beruete, porque tal vez así habrían entendido cómo el contacto con la tierra nos permite un mayor nivel de concentración y nos hace, sencillamente, más completos y felices, o será que andaban en las nubes, porque ha tenido que venir una cohorte de periodistas a dar un puñetazo en la mesa para que Pablo no solamente comience este curso escolar a sembrar su futuro, sino que sentará un precedente para que no se cierren más puertas a nuestros jóvenes.

Con todo este tema nos hemos enterado, por cierto, de que hay un Servicio de Atención a la Diversidad en el que parece que era más sencillo aglutinar a todos los estudiantes con diferentes capacidades en un mismo curso, obligarles a repetir si no querían convertirse en chefs o impartirles un curso de transición a la vida adulta, que atender sus necesidades reales.    ¡Vamos a hacer bien las cosas, señores, que pagamos muchos impuestos para que tengamos que ser tristes espectadores de situaciones como esta! Queremos una educación, una sanidad y una atención públicas de calidad, universales y que no sesguen a sus usuarios y eso es a lo que deben dedicarse: a gestionar nuestro dinero para que Pablo, Marina, Aira o Abril puedan ser los artífices de grandes cosas. Tal vez los que precisen ese curso de transición a la vida adulta sean ustedes, los que no escuchan, no oyen y no responden. Yo sí quiero un mundo del que ellos y sus sonrisas formen parte.

¡Qué bonito es el periodismo cuando huele a victoria y qué grandes son todos los compañeros que se merecen hoy el mayor ramo de flores!