Mijail Gorbachov. | Reuters

La reciente muerte de Mijail Gorbachov ha vuelto a poner al exlíder soviético en el mapa de la actualidad a pesar de la lamentable situación actual de Rusia y el empeño de Putin de que el mundo olvide a una personalidad política que recibió el Premio Nobel de la Paz para recordar su autoritarismo y la declaración de una guerra con la que pasará a la historia.

Tuve la oportunidad de conocer y entrevistar a Gorbachov en la Expo de Zaragoza (2008) a la que acudió invitado por la organización del evento en el marco de la colección Palabras del Agua para la que escribió el ensayo Agua para la Paz.

Recuerdo que me impresionó su sencillez y cercanía, a pesar de la inevitable intermediación de un intérprete. En aquella ocasión hablamos del recurso imprescindible para la vida y Gorbachov apostaba por poner un precio al agua, pero accesible para todos los seres humanos y resultó muy crítico con el negocio que algunos pretenden hacer con la privatización de algo a lo que toda persona tiene derecho.

Gorbachov fue uno de los personajes más relevantes del siglo XX, denostado por los rusos de mayor edad que le culpan de hacer caer la Unión Soviética, lo que les hizo perder aquel falso estatus de gran potencia del que presumían. En cambio, los jóvenes de aquella época vieron en aquel cambio un aperturismo, un acceso a la libertad y la igualdad de oportunidades con sus vecinos del resto de Europa.

Gorbachov desmanteló también la trasnochada Guerra Fría y con ella la peligrosa amenaza nuclear, además de acabar con la ocupación soviética de Afganistán, recuperar las relaciones diplomáticas con China y participar activamente en la caída del Muro de Berlín.

Ninguna acción de gobierno contenta a todo el mundo, pero entre el legado de Gorbachov y el que va a dejar Putin, reflexionen ustedes.