Una imagen de la pelea multitudinaria en el puerto de Sant Antoni.

La pelea multitudinaria en el puerto de San Antonio fue provocada por unos hooligans borrachos. Querían subir a bordo de una de esas party boats que atruenan la esplendorosa bahía con su bakalao electrónico desde hace décadas. Las ordenanzas poco dicen de la contaminación acústica en la mar, pero prohíben que el pasaje embarque borracho. Lo de tajarse a bordo es ya otro cantar.

Personalmente me tiene sin cuidado el alcohol en la sangre de tales mostrencos, incluso puedo sentir cierta camaradería dipsómana por estos vulgares aficionados al arte de beber. Lo que resulta intolerable es el volumen de decibelios de unas barcazas que carecen de respeto alguno por los que habitan la costa. Tal grosería se contagia pronto a otros barcos fondeados, horteras beach-clubs y hoteles de simulacro de lujo, incluso al gañán con el loro al hombro que quiere obligarte a escuchar su bazofia. El resultado es infernal, parecido a esas torturas en las celdas de Guantánamo o Siberia, donde ponen al prisionero heavy metal o bakalao con balaika las veinticuatro horas del día para freír su cerebro.

Tanto agresivo chunda-chunda provoca el efecto de tener una machacona obra al lado y crispa los nervios. Por eso cada vez más hartos vecinos se unen para denunciar a los que no tienen respeto por los otros. Parece ser la única manera de que los alcaldes se muevan y la Policía Local actúe contundentemente.

Ibiza es danzante isla tolerante donde siempre ha regido el vive y deja vivir, pero no des el coñazo. En la juerga también es buena la cortesía. Y para que la fiesta siga, es fundamental poner firme a tanto abusón.