"Una apuesta clara y decidida por playas en lugares paradisíacos que han sido escenario de rodaje de algunas películas míticas, donde está regulado el acceso de los coches (...)". | Pixabay

Es cierto que, como decía mi padre, no es lo mismo conocer una ciudad o un lugar pasando unos días de vacaciones que viviendo su día a día. Que no es lo mismo vivirla que sufrirla cuando tienes que ir al trabajo o llevar a los niños al colegio, pero acabo de regresar de pasar unos días de vacaciones por la provincia de Almería y más allá de sentirme como en casa gracias a unos grandes amigos, he descubierto un lugar muy recomendable que para mí era prácticamente desconocido.

Me suele pasar también que en ocasiones hablo sin excesivo conocimiento de causa o prejuzgo algo sin conocerlo y en este caso puede que fuera así. Solo había ido un par de veces a Almería – a la boda de mi mejor amiga y en otra que casi ni recordaba junto a una compañera de carrera – y la impresión ha sido completamente distinta a lo que viví aquellos años. Tanto que me ha hecho reflexionar sobre que en Ibiza tenemos que empezar a ponernos las pilas si queremos seguir compitiendo en el ámbito del turismo familiar o de clase media si es que no lo hemos dado ya por perdido definitivamente.

En nuestra querida isla blanca creemos que podemos seguir viviendo solo del nombre y que seguiremos recibiendo visitantes año tras año solo por el hecho de ser un enclave privilegiado en el Mediterráneo. Por ser el epicentro de la fiesta, la música electrónica y el amor libre y desenfadado y por contar con una serie de calas que, supuestamente, son la envidia de otros muchos lugares del planeta. Sin embargo, otras zonas de España vienen pisándonos los talones con fuertes inversiones y haciendo mucho mejor las cosas, atrayendo un perfil de visitantes muy distinto al que estamos acostumbrados aquí, hartos de dos polos claramente opuestos entre los que tienen mucho y no tienen reparo en gastar a destajo y entre los que vienen con lo justo buscando un fin de semana de fiesta desenfrenada sin dejar nada en la hostelería y la restauración local salvo destrozos y malos modos.

A favor de esos otros territorios peninsulares y en contra del nuestro, juega una apuesta clara por una gastronomía de primer nivel a precios muy asequibles basada en el concepto de tapa junto a una caña    o un vino en bares del casco antiguo que dan mucha vida a la ciudad. Una apuesta por restaurantes en primera línea de mar, junto a una playa urbana limpia, sin gente, y repleta de servicios, donde puedes comer hasta hartarte platos de gran calidad pagando apenas 15 euros por comensal. Una apuesta por pueblos blancos en medio de un parque natural donde no se puede construir y se mantiene la esencia de toda la vida con bares que, aunque no se lo crean, respetan los límites del litoral y no ensucian la playa. O simplemente, por una apuesta clara y decidida por playas en lugares paradisíacos que han sido escenario de rodaje de algunas películas míticas, donde está regulado el acceso de los coches, donde no hay cientos de hamacas invadiéndolo todo, ni vendedores ambulantes ni el pesado del altavoz a todo volumen. Ni siquiera barcos de lujo de esos que, por lo general ensucian todo dejándonos un mar en peligro de extinción cuando sus tripulantes se marchan a pasar el resto del año a su lugar de origen.

Les puedo prometer y prometo que ni el Ayuntamiento de Almería ni la Diputación Provincial me han pagado nada por este artículo. No me han nombrado hijo ni embajador honorífico ni esta es una de esas colaboraciones pagadas que hacen los influencers de turno pero si es una pequeña reflexión a modo de pataleta de alguien al que realmente le duele ver como su querida isla de Ibiza, a la que tanto ama y que tanto le ha dado, está dejándose comer el terreno.

O tal vez una queja por si alguien quiere escuchar y pararse a reflexionar sobre lo importante que es cuidar y dar valor al turismo familiar y de clase media que tenemos en España. Porque, señores, estamos inmersos en una gran crisis económica que, según los expertos será mucho peor que la del año pasado, y España tiene lugares preciosos por descubrir cuando se acude con hijos pequeños, adolescentes o amigos ya entrados en ciertos años como es nuestro caso.

Tal vez sea porque cuando conoces mundo y haces kilómetros en coche siempre te entra la duda de que en Ibiza estamos pagando por todo mucho más de lo que en ocasiones está justificado y que te sientes incluso estafado ante ciertas cosas.Y que te entran sudores fríos al escuchar que ciudadanos de otros lugares no quieren venir aquí porque tienen esa misma sensación y tú, sinceramente, no encuentras ningún argumento para rebatirlos mientras piensas que por detrás vienen apretando fuerte y que tenemos que ponernos las pilas.