Tamara Falcó en una imagen colgada en las redes sociales.

Les prometo que me he intentado resistir. Ir de intelectual y adoptar esa pose tan característica que tenemos en ocasiones los periodistas de la sección de cultura para que no me afectara, pero al final he caído. No he podido evitar entrar en la dinámica de Tamara e Iñigo con todo lo que eso conlleva, y en un abrir y cerrar de ojos me he sorprendido a mi mismo entrando en arduos y profundos debates entre los defensores de una y de otro.Incluso, llegué a aportar mi humilde opinión sobre este asunto de calado nacional que ha conseguido que nos estemos olvidando de temas más mundanos y sin apenas importancia como la inflacción, el precio de la compra, la subida y bajada de impuestos de unos y otros, la serie de televisión sobre Pedro Sánchez, la inmigración, la contaminación, los sin techo que llenan las aceras, la guerra en Ucrania o los problemas que sufre buena parte del mundo al que ni siquiera miramos no sea que nos afecte demasiado.

El hecho es que unos y otros han conseguido hacer bueno aquel dicho de que la realidad supera a veces la ficción. Ni en la mejor serie de Netflix todo podría haber salido mejor. Con buenos muy buenos, malos malísimos de esos que odíamos de por vida, madres tejiendo los hilos al modo de una supervillana surgida de la mente del mejor guionista de la televisión y perfectos actores secundarios a los que acabas cogiendo cariño porque son perfectos y darían para un spin off ahora que todo eso está tan de moda. Se trata de un culebrón al que no le falta de nada consiguiendo llenar horas y horas en televisiones, radios, periódicos, revistas y lo que es mejor, tertulias de todo tipo y en cualquier lugar. Ni el mejor de los cientos de asesores del Gobierno de Pedro Sánchez lo hubiera ideado mejor para crear una cortina de humo con la que conseguir que no se hablara precisamente de ellos.

Tanto que ya me resulta extraño que nadie haya comenzado a explotar el negocio de Tamara e Iñigo como se merece. Que, teniendo en cuenta que vivimos en España, a nadie se le haya ocurrido la brillante idea de crear camisetas, pegatinas, gorras o tazas con la figura de nuestra heroína y nuestro villano de turno para que todos los luzcamos orgullosos. Que en sitios web como la Tostadora no haya camisetas artesanas con mensajes y memes divertidos. Creo, sinceramente, que puede ser una buena oportunidad de negocio porque, siendo realistas, a muy poca gente le importan otras cosas que no sean unos cuernos bien puestos a una joven de la nobleza española que se había convertido en la favorita de una buena parte de España desde que descubrieran que sabía cocinar a través de un programa de nuestra televisión pública.

Por ello si me tengo que posicionar en un bando u otro de esta maravillosa historia lo hago sin dudar por Tamara. Una sencilla muchacha que imagino que no ha hecho otra cosa en su vida que trabajar intensamente como hacen los jornaleros, los agricultores, los ganaderos, los pescadores, los sanitarios, las cajeras, los reponedores, los encargados de la limpieza de las ciudades o los transportistas. Una humilde joven que seguro que sabe lo que se cuece en nuestro día a día porque tiene serios problemas para llegar a fin de mes o para elegir en los supermercados los productos con los que comer o cenar. Alguien, seguramente, preocupada por la situación de aquellos que llegan a la frontera sur de Europa cruzando el Mediterráneo en cáscaras de nuez, sobre el problema que se nos viene tras las elecciones enItalia o sobre lo que se vive en lugares como La Cañada Real, las Barranquillas, el barrio de Sa Penya en la Marina o en los campos de refugiados. En fin, una joven de nuestro tiempo que vive para y por las redes sociales y que es el ejemplo de otras muchas que la ven como un ejemplo a seguir. Por ello y por tanto, yo me posiciono claramente... ¡¡Todos somos Tamara!!!