Huella digital. | Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Hace unos días surgía la noticia de que el alcalde de la Ciudad de Ibiza estaba divirtiéndose en una discoteca, la misma, que hace unos años, criticaba su actividad a través de una red social. La verdad es que personalmente me importa muy poco donde pase su tiempo libre cualquier personaje público e incluso tampoco me interesan mucho las opiniones que los políticos vierten en sus redes sociales personales, me interesan más cuando lo hacen desde su cargo público.

Esta noticia me recuerda a una frase que repite mucho un amigo mío «twitter lo carga el diablo». Por naturaleza al ser humano le gusta opinar y las redes sociales se han convertido, en cierto modo, en un amplificador de la opinión personal de cada uno. Lo que antes se comentaba en una reunión de amigos, en una sobremesa o en la cena de navidad y no trascendía mucho más allá de unas palabras soltadas al viento, ahora quedan talladas a piedra en internet. Cualquier persona puede acceder a un comentario que hizo otro en una red social hace años.

Esta información personal se denomina huella digital, que a nivel general sería la suma de todo lo que una persona hace a través de internet: los rastros, lo que compartimos, lo que visita, lo que publicamos, cómo lo manifestamos, etc. y además lo que lo que otros expresan de uno mismo.

Opinar a través de la redes sociales tiene un valor reforzante, desde una perspectiva científica existe una activación del circuito dopaminérgico, que se refleja como un estímulo placentero cada vez que la opinión recibe un «me gusta» y displacentero cuando no se producen las reacciones esperadas. Este hecho provocará en el individuo la necesidad de buscar la activación reforzante, por consiguiente aumentará su presencia y sus opiniones en las redes sociales con la necesidad de autocomplacerse y sin reflexionar mucho sobre las posibles consecuencias que pueden generar sus criterios. Algunas personas acaban teniendo conflictos porque desajustan el valor real de un comentario en internet y les supera la impulsividad, se enzarzan en contiendas con otros opinadores y en ocasiones muchos terminan en el abandono de la red social de turno.

Es común escuchar que algunos personajes públicos han decidido cerrar sus redes sociales tras algún conflicto, este hecho no eliminará las opiniones que con anterioridad habían realizado y el resto podrá continuar usándolas para criticar sus pareceres. Convirtiéndose en un esclavo de sus propias palabras.
Para finalizar, también me viene a la cabeza la archiconocida cita de Oscar Wilde: «Hay solamente una cosa en el mundo peor que hablen de ti, y es que no hablen de ti». Bajo este pensamiento las redes sociales son el mejor medio para provocar que hablen de ti, aunque sea mal. En mi caso tengo la suerte de opinar en este periódico.


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