La parábola del juez injusto enseña de un modo muy expresivo la eficacia de la oración perseverante. Si hasta el juez inicuo, al final hace justicia a la pobre viuda, aunque sea para no le moleste, cuanto más Dios, infinitamente y Padre nuestro, escuchará las oraciones de sus hijos que acuden a El con fe y constancia.

¿Porque debemos orar? Primeramente, porque somos creyentes y además porque somos limitados y estamos necesitados de muchas cosas. La oración es un diálogo con Dios, un diálogo de confianza y de amor. Jesús, el Hijo de Dios, nos da ejemplo de una vida de oración. Pasaba noches hablando con su Padre celestial. La oración nos da fuerza para los grandes ideales, para mantener la fe, la caridad, la pureza, la generosidad; la oración da ánimo para salir de la indiferencia y del pecado.

Hemos de rezar para no caer en la tentación. No debe pasar un solo día sin que hayamos orado un poco. Cada domingo hemos de participar en la Santa Misa- es la principal oración. Cuando en la Santa Misa rezamos o cantamos el Gloria, alabamos, bendecimos, adoramos, glorificamos y damos gracias a Dios por medio de Jesucristo. Vigilad y orad para que no caigáis en la tentación nos dice Jesús en la persona de sus discípulos. El que ora se salva, el que no ora no puede salvarse, El Señor reciba de tus manos este Sacrificio para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda la Santa Iglesia, nos dice la Liturgia al inicio de la Plegaría Eucarística. ¡Cuánto bien podemos realizar en la oración! Santa Teresa del Niño Jesús que murió a los 24 años, fue declarada Patrona de las Misiones. Dicha santa sufrió intensísimos dolores por su enfermedad, decía: tal vez algún misionero está en peligro de desfallecer y abandonar su misión por él y por todos los misioneros ofrezco mi oración y mis sufrimientos. Debemos reconocer el gran poder de los sacrificios y de la oración. Que Jesucristo, el Divino Misionero, sea conocido y amado por todo el mundo... ¡Alabado sea Jesucristo!