Un hombre disfrutando de su embarcación en aguas de Formentera. | Imagen de Sara Vaccari en Pixabay

La semana pasada, Formentera tuvo tiempo para la reflexión. El final de una temporada turística buena, pero sin llegar a las excelentes expectativas que se anunciaban a principios de año permite pararse a pensar dónde estamos y a dónde queremos ir.

Se celebraron dos mesas redondas y en ambas quedó claro que nadie tiene muy claro cuál va a ser el futuro modelo turístico de la isla. En una de ellas había representantes del mundo de la cultura, empresarios, agentes sociales y funcionarios; cada uno con su visión de la jugada, pero en el tema del model d’illa todo el mundo estaba bastante de acuerdo. Se escucharon cosas como que Formentera tiene mil models d’illa ya que todo el mundo va a la suya.

Al día siguiente en otro debate, en este caso solo con empresarios, escuchamos que hace años que se habla de un model d’illa pero la sensación es que todavía no se sabe cuál es el modelo que se pretende seguir y hacia dónde nos va a llevar.

Los empresarios defendieron su clara apuesta por la calidad turística, con sus inversiones y mejoras de servicios y reclamaron a la administración más compromiso para remar en la misma dirección en temas como el transporte público, la limpieza de playas, recogida de basuras, etc.

También se habló del cambio de muchos negocios familiares que están pasando a manos de fondos de inversión o a multinacionales. Algunos lo observan con preocupación por la pérdida de un modelo tradicional y otros lo ven con la normalidad de una regularización del mercado. Lo que está claro es que si alguna vez hubo un model d’illa ahora ya no es válido y habrá que cambiarlo por otro que marque el camino de forma consensuada entre todos los implicados. Pero para eso habrá primero que reflexionar, escuchar y diseñar conscientemente un modelo óptimo pensado para las personas.