Los socialistas ibicencos han tenido siempre cierta animosidad contra todo lo que se aleje del lujo y del esnobismo urbanita. Ellos han sido siempre mucho más de pasarelas y de postureo cultureta. Como sus votantes se concentran en los extrarradios de las ciudades, aprovechan cualquier ocasión para menospreciar el campo ibicenco a quien históricamente han perjudicado con decisiones arbitrarias basadas en el desconocimiento. No hemos de olvidar la infame modificación del PTI que perpetraron a escondidas a tan sólo 10 días de perder las elecciones, a lo que se sumó una campaña en contra de la promoción de la agricultura, la ganadería, la pesca y el producto local que ha desarrollado durante esta legislatura el Consell d’Eivissa. Su última guerra ha sido la absurda prohibición de quemar restos de poda sin autorización previa. Legislando desde un despacho enmoquetado pretenden imponer normas a ganaderos, cazadores y agricultores, quienes son la verdadera salvaguarda del ecosistema y son los que no sólo mantienen el paisaje, sino que previenen incendios.

La mayor afición del PSOE en Ibiza es salir a hacer fotos al campo un domingo y perjudicar a los payeses el lunes. Bajo el falso pretexto de la especulación y la presión demográfica, legislan para que mantener una finca en Ibiza sea insostenible. Una familia no puede segregar su finca para construir una vivienda para sus hijos pero se puede llenar de cemento Cas Mut y Ca n’Escandell por la escasez de vivienda. El cemento sólo es aceptable dónde ellos tienen algo que rascar. Desde la poltrona, unos se ríen de las bledes i oliveres de las que comen muchas familias, mientras otros sudan para mantener la Ibiza que un día fue y que se resiste a darse por vencida ante estos caciques frustrados.