El alcalde de Vila, Rafa Ruiz, despotrica como un sans culotte de la sangrienta Revolución Burguesa-Francesa. Describe a su rival, Marí Bosó, como perteneciente a «la élite» o finge escandalizarse porque haya «gente sin posibles» capaz de votar a los populares.

Está en su derecho a retratarse con su expresión como prefiera si recibe deportivamente la réplica merecida, pero tales ocurrencias son propias de otra época que fomentaba la lucha de clases o el desprecio totalitario a los que no piensan como tú.

Por supuesto que el alcalde no es precisamente un Demóstenes, tampoco creo que haya leído al republicano Ortega y Gasset, pero podría elevarse algo más en su oratoria aunque todo aquello que suene a élite le provoque urticaria.

Tal vez el alcalde sea consciente de sus declaraciones porque desea bajar el nivel oratorio tanto como ha aplanado el Paseo de Vara de Rey. En tal caso iría en perfecta consonancia con el más bajo denominador común que predica el Gobierno de su admirado Peter Sánchez.

El nefasto Zoteparo ya dijo por lo bajini (el micro le traicionó, no así su fan Gabilondo) que necesitaban más tensión. El dottore Sánchez sigue el perverso consejo y desentierra el hacha de la guerra allá donde lo encuentra (el machete es más común tanto en Senegal como en Kenia), aunque comunistas, nacionalistas y etarras le consideren el presi más razonable para sus intereses.

El discurso se ha despeñado a diestra y siniestra. Estamos en plena época del eslogan para atraer a las masas que, comprensiblemente, no quieren atender a un speech soporífero. Sin embargo no creo que la gente, con posibles o sin posibles, sea tan estúpida para volverse fanática de los ayatolás de partido político. ¡Qué triste servidumbre!