Nos encontramos ante una clara manifestación de cómo actúa Dios para salvar a los hombres. Jesús llama individualmente por su nombre a Zaqueo pidiéndole que lo reciba en su casa. El Evangelio subraya que lo recibió con prontitud y gozo. Recibió al Señor con alegría. La misión de Jesucristo es salvar lo que estaba perdido. Recordemos la parábola de la oveja perdida, ¿Quién de vosotros teniendo cien ovejas, si pierde una no deja las noventa y nueve y va en busca de la perdida hasta que la encuentra? Al encontrarla se la echa sobres sus hombros y comunica su alegría a los demás; he hallado la oveja perdida. En el Cielo habrá más alegría por un solo pecador que se arrepienta que por 99 justos que no necesitan del perdón y del amor de Dios, porque ya disfrutan de la felicidad eterna. Jesús, el Salvador del mundo ha curado a enfermos, ha resucitado a muertos, pero sobre todo ha traído el perdón de los pecados y el don de la gracia a los que se acercan a Él con fe. La misión del Hijo de Dios es salvar lo que estaba perdido.
Opinión
Domingo 31 T.O. (Lucas 19,1-10)
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