Rafa Ruiz. | Daniel Espinosa

Desde el pasado mes de marzo en Can Botino no se han tomado nada en serio la gestión del drama de Isidor Macabich. Los comerciantes han formulado graves acusaciones sobre el trato que les han dispensado quienes tenían la obligación de ponerlos de su lado a la hora de afrontar los perjuicios que les iban a causar las obras. Es decir, Elena López y Desirée Ruiz Mostazo. En lugar de eso, y como se dice vulgarmente, les han estado chuleando hasta que se han plantado, han amenazado con ir a los tribunales y se han presentado en un pleno a contar cómo les han insultado. Y no es que a los socialistas les importe mucho esto. El problema para ellos es que las elecciones están a la vuelta de la esquina y todo indica que la cosa no va a ser un paseo.

En esta situación el cerebro de Can Botino ha ideado una estrategia bastante inteligente. Cargar toda la responsabilidad en los hombros de la concejal de Comercio y Turismo; colocar en su lugar al afable Jordi Salewski (la mierda que decora nuestras calles y que flota en sa Llavanera, es Pratet y el puerto es de su responsabilidad) y sacar a pasear a Rafa Ruiz por Macabich para calmar los ánimos y detener la sangría de votos.

Con los Bonos Patrimonio, incluso, el ente que me responde desde el gabinete de comunicación municipal y que nunca firma sus mensajes ha reconocido que la campaña ha sido un fracaso. Un gesto muy inusual en un gobierno que hasta ahora no ha admitido ni un solo error.

Que el PSOE quiera salvar a Ruiz de cara a las urnas puedo entenderlo. Pero lo que me pregunto es cómo este partido ha llegado al extremo de no tener a nadie mejor para liderar la lista y, en caso de ganar, gobernar. Y mira que no es difícil.