"Jesucristo es infinitamente misericordioso". | Pixabay

En esta solemnidad de Cristo, Rey del Universo, recordamos que los soldados del procurador romano, el pueblo y las autoridades judías, hacen más amarga, más dolorosa la Pasión de Cristo. Pero no olvidemos que también nosotros ofendemos al Señor siempre que caemos en el pecado o no correspondemos debidamente a su gracia. La escena de los dos ladrones nos invita a contemplar los designios de la divina Providencia, de la gracia y de la libertad humana; ambos se encontraban en la misma situación. Uno se endurece, se desespera y blasfema, mientras que el otro se arrepiente, acude a Cristo en oración confiada y obtiene la promesa de su inmediata salvación. «Hoy estarás conmigo en el Paraíso», le dice el Señor. Dios siempre concede más de lo que se le pide. El ladrón arrepentido solo pide al Señor un recuerdo, y Jesús le regala la felicidad eterna, la santa gloria. La vida consiste en habitar con Jesucristo, y donde está Jesucristo allí está su Reino. Mientras caminamos en esta vida todos pecamos, pero también todos podemos arrepentirnos. Dios nos espera siempre con los brazos abiertos al perdón. Por eso nadie debe desesperarse ante la multitud de sus pecados. Pero ninguno puede presumir de su propia salvación porque no tenemos certeza absoluta de su perseverancia final.

Jesucristo es infinitamente misericordioso y no rechaza al alma que se arrepiente con sinceridad. El Señor nos revela una verdad fundamental de nuestra fe. Creemos que las almas de todos aquellos que mueren en gracia de Dios, tanto aquellos que todavía deben ser purificadas son recibidos por Jesucristo en el Cielo. ¡Creo en la Vida Eterna! Es el profeta Miqueas quien anuncia que el Mesías nacerá en Belén de Judá. El ángel anuncia a María el Misterio de la Encarnación. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, será grande, será llamado Hijo de Dios, reinarás en la casa de Jacob y su Reino no tendrá fin. El Espíritu Santo, dijo Gabriel, descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. ( Lc 1,3536). Cuando nació Jesús, unos magos -iluminados con la luz de la Fe preguntaron en Jerusalén, ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Ante Poncio Pilato el Señor es interrogado. ¿Tú eres Rey? Tú lo has dicho, soy Rey, pero mi Reino no es de este mundo. El Reino de Cristo es un Reino de paz y de justicia. Un Reino de Caridad y de Amor.

Cuando Jesús es crucificado, en la parte superior de la cruz, se leía: «Jesús nazareno, Rey de los judíos». Que Jesús reine siempre en nuestras almas por el amor y por la Fe.