No a la Guerra’ fue un grito generalizado respecto a Irak. Pese a la campaña que hacía de Sadam, un diablo cargado de armas de destrucción masiva, había debate, incluso en grandes medios. Sobre Ucrania solo se escucha la versión oficial y las voces discordantes han sido silenciadas. Pero no pueden evitar que nos preguntemos cuándo empezó realmente el conflicto, a qué intereses y objetivos responde, quien hace negocio y también cómo nos está afectando en temas como el peligro nuclear, el cambio climático, la economía y la vida de miles de personas.

Descubrimos que no había armas de destrucción masiva en Irak y ahora hemos descubierto que fue Inglaterra quien voló el gaseoducto para impedir que el gas ruso llegue a Europa, obligando a comprar el gas a Estados Unidos, mucho más caro y contaminante. Hemos visto el intento de escalar el conflicto al borde de la guerra nuclear, acusando a Rusia de lanzar un misil sobre Polonia, que ha tenido que desmentir el propio Pentágono estadounidense.

Dos hechos que deberían ponernos en alerta, saltar la censura y exigir que se deje de alimentar con envíos de armas una guerra que no beneficia a ningún pueblo y los esfuerzos se centren en una solución urgente y negociada, la única posible. También es hora de retomar el ‘No a la guerra’, pero esta vez acompañado del ‘No a la OTAN»’ y del alejamiento de esas amistades peligrosas que en vez de garantizar la paz garantizan la guerra, convertida en negocio y un desprecio total por la vida humana.