Un momento del homenaje a Antonio Escohotado. | Archivo

Asistí con placer, bien pertrechado con petaca de whisky y tabaco cubano, al homenaje a Antonio Escohotado, valiente y luminoso filósofo, sabio tremendo y follador cuyas palabras y escritos ya colocan, elevando sobre la dictadura del más bajo denominador común que pregonan puritanos y eunucos, pretenciosos asesinos del sagrado gozo de la espontaneidad.

Se proyectó un vídeo de cuando vino a morirse a Ibiza, testimonio que arrancó carcajadas y asombro. El filósofo fuma con delicia mientras aniquila a Karl Marx; diserta sobre el conocimiento que otorga un buen revolcón, pues el sexo es llave filosófica; canta a la energía telúrica pitiusa que torna más amable la vida; del gozo de aprender, ser coherente y pensar libremente, sin dogmas ni ataduras, que la vida es una realidad a experimentar antes que un misterio a resolver. También critica a Luís Racionero, gran amigo, por su pasión por la magia. Es cierto que Luís consultaba a una bruja genial como era Paloma Navarrete, que creía en el Tarot y el I Ching e incluso le he visto con babalaos en La Habana y magos en Singapur. Pero Luís esgrimía que la hipótesis de que todo ha de ser explicado por nuestro paradigma es acientífica. Lo que funciona, funciona, sepamos o no explicarlo en nuestros términos.   

Y luego habló Fernando Sánchez Dragó, siempre bien acompañado y siempre magnífico, interesante, pillo, vital, viajero que sabe parar, templar y mandar. Liberales, libertarios y libertinos. La encrucijada de los tres caminos que vienen de la libertad y a la libertad conducen por vía de la razón.

¡Y del corazón! Escota, Racionero y Dragó, tres sabios gozadores y bravos contra viento y marea, con el mundo por montera. Personalidades muy diferentes que ayudan a burlar el gulag de tanto neo- puritano de molde igualitarista.