Un brindis. | Skitterphoto

En el arte de degustar los más selectos elixires oníricos no hay mayor maestro en Ibiza que mi compañero y, sin embargo, amigo Jorge Montojo. Su conocimiento de las virtudes de los mejores brebajes de cada rincón del mundo le ha permitido a ser el hedonista por excelencia que nos ilustra cada semana con generosa elocuencia. Beber por beber es una sandez, en cambio hacerlo por placer y con conocimiento es un acto de soberanía individual que desata las virtudes que la timidez reprime.

Antonio Lorenzo, candidato del PSOE a la alcaldía de Sant Antoni, fue cazado por la policía conduciendo mientras duplicaba la tasa de alcohol. Sus mezquinas justificaciones se limitan a afirmar que «es algo que le puede ocurrir a cualquier ciudadano». Parece que esta afición por incumplir las normas en estado de embriaguez la pudo aprender de su empleadora, Francina Armengol, quien no se cortaba un pelo a la hora de cerrar bares a las dos de la madrugada en pleno confinamiento. Mientras muchos negocios bajaban la persiana por las restricciones irracionales de su gobierno, ella calmaba el espíritu de la manera más ancestral en el Hat Bar.

Su tónica consiste en situarse fuera de la Ley por la noche y dar lecciones por la mañana. Me pregunto con qué credibilidad frenaría el señor Lorenzo el turismo de excesos en Sant Antoni si los portmanyins tuvieran la insensatez de depositarle el bastón de mando. Este lamentable episodio confirma la inconsistencia de la generación de políticos que sufre la ciudadanía.
Antes de volver a cometer una insensatez y poner en peligro la seguridad vial, aconsejaría al todavía candidato que siguiera el ejemplo del sr. Montojo y que, sin arriesgar la vida de nadie, por lo menos convirtiera la melopea en alguna expresión artística más productiva.