Leo Messi toca la Copa del Mundo tras recibir el premio al mejor jugador del Mundial. | Reuters

Pasada la euforia inicial quizás sea un poco más fácil escribir unas palabras sobre lo que pasó el domingo 18 de diciembre de 2022. Una fecha que mucha gente en este mundo no olvidará nunca, mucho menos si es argentino.

Todavía más de uno nos mira con incredulidad. ¿Cómo se pueden tomar el fútbol así? Sólo es un partido de fútbol… En este aspecto se mezclan muchos sentimientos difíciles de explicar. En parte, creo que está relacionado con que los que éramos niños en 1986 queríamos que nuestros niños tuvieran la posibilidad de vivir ese momento único. Por otro lado, la selección nacional es lo único capaz de unir al pueblo argentino por sobre todas las cosas y por encima de las clases sociales y de los colores políticos y futbolísticos. Vivimos cada partido como si todos estuviéramos en el campo. Además, llevábamos muchos años esperando que este momento no se nos volviera a escapar. Y por último pero no menos importante, no podía ser que nuestro Leo Messi acabara su carrera sin poder decir que había levantado la Copa del Mundo.

Pero, lo que tiene un peso enorme es la magia. El encanto. Y la esperanza. Cuando el árbitro cobró el segundo ‘penal’ para Francia en esa final para el infarto, que Argentina tuvo que ganar tres veces, sólo podía pensar en una cosa. Cómo le explicaba a mi hijo de 9 años que aunque todo el mundo estuviera deseando una cosa, que ganara Messi, la mayoría de ellos niños, no alcanzaba para que se cumpliera. Por suerte no tuve que hacerlo. Está claro que si todos deseamos con fuerza algo, se cumple. Habrá que ponerlo en práctica más seguido. Messi Christmas!