La catedral de Eivissa luce majestuosa en la parte más alta de Dalt Vila. | Archivo

Nadie es profeta en su tierra, dijo Jesucristo según los evangelios de Lucas y Juan. A esta verdad universal también podemos añadir que, muy a menudo, no valoramos aquello que tenemos hasta que lo perdemos. Muchas veces disponemos de auténticos tesoros muy cerca, pero no los disfrutamos porque están ahí, próximos, a nuestra disposición. Hay vecinos de Vila que hace décadas que no suben hasta Dalt Vila ni visitan la Catedral, lo que es una auténtica lástima. Eso mismo también sucede en muchos otros lugares, donde el patrimonio arquitectónico, cultural y artístico pasa desapercibido a los residentes. Hace unos días, subí caminando hasta la Catedral d’Eivissa y pude visitar el Museo Diocesano Santa María, un verdadero tesoro patrimonial que pasa desapercibido a la mayoría de vecinos, aunque no así a los turistas, por desgracia. Este museo ofrece al visitante curioso la gran oportunidad de gozar de magníficas y valiosísimas obras de arte sacro, entre las que destacan una custodia de plata dorada y esmaltes, fabricada por Francesc Martí en el año 1399. También están expuestos dos retablos góticos dedicados a Santa Tecla y Sant Antoni, pintadas por Francesc Comes a finales del siglo XIV; otros dos de Valentí de Montoliu, dedicados a Sant Jaume y Sant Macià; además de otras tallas en madera, misales antiguos y otros elementos ornamentales y litúrgicos de gran valor. Aunque en numerosas ocasiones he visitado la Catedral, nunca antes me había decidido a entrar en el Museo Diocesano, que además es gratis. Invitaría a todos los lectores a que no dejen de visitarlo porque les gustará. La caminata merece la pena, se lo aseguro. Y sugeriría tanto al Obispado de Eivissa y Formentera como a las instituciones públicas, un mayor esfuerzo en dar a conocer este recinto fabuloso.