Dicen que el amor es ciego, pero que el matrimonio le devuelve la vista. ¿Pasa lo mismo entre votantes y partidos? También mucha gente, aparentemente inteligente, se queda colgada de los mensajes de un santón, hace donaciones y votos de austeridad en la secta donde el gurú, para quien todo está permitido, les bendice desde su níveo Rolls Royce; escogen a un líder que les diga cómo vivir, se convierten en acólitos de una ideología que nunca se atreverán a    cuestionar.

Supongo que en todo eso hay mucho miedo a la libertad e incapacidad para pensar libremente. Esclavo es aquel que es incapaz de hacer poesía.

Los hay que entran en las juventudes políticas con el corazón ilusionado de fantasías burrocráticas, luego abren los ojos y hacen carrera para mamar de la teta pública el resto de su vida. ¿Piensan en servir o en servirse? Ortega y Gasset opinaba que ser de derechas o ser de izquierdas es una de las infinitas maneras que el ser humano puede elegir para    ser un imbécil.

Una histérica polarización se ha extendido peligrosamente por el mundo democrático y los sátrapas aparecen como santones. Pero los líderes deben ser cuestionados, especialmente cuando hacen todo aquello que prometieron no hacer. Solo los fanáticos o mercenarios justifican sumisamente tanta traición.

La cultura y la educación ayudan a pensar más allá de las siglas de un partido político o del bocadillo de un soporífero mitin; también para exigir más control, transparencia y responsabilidad, algo fundamental para que una democracia no se transforme en dictadura. Cierto desencanto de la política resulta inevitable, pero es una forma de abrir los ojos y estar vigilante ante los desmanes del poder.