Patricia de las Heras. | ARGUI ESCANDON

La política no deja nunca de sorprenderme. O más bien, algunos políticos, porque no todos se conducen con la misma soltura en el descaro, el engaño, la impostura y la mediocridad. El pasado domingo en estas páginas, la diputada de Vox en el Congreso y ahora también presidenta del partido en Baleares, Patricia de las Heras, sacaba pecho de su designación por parte de la dirección nacional de la formación con estas palabras: «Es histórico que una ibicenca presida un partido en Baleares y esto lo ha hecho Vox». Resulta muy llamativo que a la nueva lideresa de un partido que dice no hacer ningún distingo por el género de nadie, le parezca oportuno presumir de que es mujer e ibicenca. ¿En qué es ella mejor que su antecesor, el mallorquín Jorge Campos? En absolutamente nada. Es irrelevante para los ciudadanos de Ibiza y para los militantes de Vox si su presidenta en Baleares es ibicenca, mujer, abogada o mediopensionista. Completamente intrascendente, carente del mínimo valor. Pero ella lo considera «histórico» y digno de estudiar en los colegios, institutos y universidades del país.

La diputada ibicenca aspira a cambiar su escaño en el Congreso por un escaño en el Parlament, lo cual es otra magnífica incongruencia de esta formación de extrema derecha, porque su posicionamiento político es contrario al Estado de las Autonomías y a la descentralización administrativa, lo cual no es óbice para formar parte de gobiernos autonómicos y tener presencia en parlamentos territoriales. Y es que Vox representa un auténtico interrogante en las cuestiones sustanciales de la política insular y autonómica, excepto la oposición beligerante a la izquierda. No hay propuestas y no hay política, excepto el ruido y las salidas de tono. Eso sí que es histórico.