Un padre y su bebé en la playa. | Pixabay

Ultimamente muchos conocidos comparten conmigo que educar y gestionar a los hijos es cansado, incluso agotador. Es muy común, nos pasa a la mayoría de padres y madres, ya que por lo general el eje educativo de las familias se basa en la corrección de actitudes y conductas «no adecuadas».

Se entiende que la rectificación de los comportamientos negativos es la mejor herramienta para un desarrollo saludable de nuestros hijos. Se aplica con la intención de prevenir consecuencias perjudiciales en un futuro.

A lo largo de un día, los hijos tienen más comportamientos positivos que disruptivos, es de evidencia científica sino sería imposible funcionar como familia. Aun así, reprochamos más veces que alabamos, dado que otorgamos más importancia a lo perjudicial que a lo correcto. Incluso en algunas ocasiones se corrige cuando el hecho es positivo, por ejemplos: «has recogido el cuarto pero te lo he tenido que pedir 5 veces», «te has preparado la merienda pero has dejado la cocina sucia», «has sacado un 7 en matemáticas pero tú puedes sacar mejor nota si te esfuerzas más», etc. Parece que el nivel de exigencia no cesa y el reproche es un hábito constante.

Si una parte significativa de la comunicación que tenemos en la familia está basada en la modificación de comportamientos o actitudes negativas, con mucha probabilidad ellos se irán a la cama con más rectificaciones que alabanzas y nosotros con más preocupación y cansancio que tranquilidad.

Hagamos un cálculo tedioso, el año tiene 365 días pongamos una media de 4 correcciones por día durante 5 años, salen aproximadamente 7.300 reproches. De la misma forma digamos que alabamos 2 veces al día, el resultado sería unos 3.650 comentarios positivos sobre su persona. De forma sencilla observamos que posiblemente los hijos se crían en negativo, es difícil adquirir una felicidad plena cuando recibo más reproches que felicitaciones.

La clave no sería reducir el número de rectificaciones, se entiende que se hacen con fundamento, es cuestión de aumentar el número de cumplidos hasta que sean superiores a las reprimendas. No es una tarea difícil, ellos tienen más comportamientos positivos que negativos, es una cuestión de cambiar la mirada con el que observamos. Las rectificaciones nacen solas, las alabanzas tenemos que forzarlas y pensarlas.

Cuando el número de halagos sea superior al de críticas tendremos más posibilidades de criar en positivo.

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