Una niña llegando al CEIP Labritja este miércoles. | Daniel Espinosa

Vergüenza es la única palabra que me viene a la cabeza cuando veo las imágenes de los niños del colegio de Sant Joan dando clase con bufanda, gorros, plumas y a 13 grados el aula. Vergüenza porque son pequeños que llevan yendo a clase desde el 16 de enero sin calefacción y los padres han tenido que aportar radiadores particulares para que sus hijos puedan recibir las lecciones sin congelarse. Vergüenza porque, seguramente, AHORA que lo hemos publicado en Periódico de Ibiza y Formentera y hemos dado voz en la TEF a la directora del centro, AHORA, algún responsable hará algo. Pero seguro que no tan rápido como arreglarían la calefacción del despacho del Honorable conseller de Educación. Porque mientras él y el resto de políticos de esta comunidad y, seguro, de este país, llegan a sus respectivos lugares de trabajo bien calentitos y bien cómodos, unos niños de corta edad van al pequeño Colegio Público de Sant Joan abrigados como cebollas y hacen dictados con guantes.

La casualidad quiso que justo el miércoles, cuando grabábamos las imágenes y preparábamos la información, el conseller Martí March tuviese una intervención en el Parlament sobre otro asunto bien distinto, pero todavía más penoso: el caso de la madre que encontró a su pequeño de 3 años atado a una silla y con el pañal empapado en el CEIP Can Misses. Oír al conseller desde su escaño calentito del Parlament, defenderse intentando desmentir a la madre, al tiempo que veíamos las imágenes de los pequeños muertos de frío en Sant Joan fue, de nuevo, vergonzoso. Porque no hay otro adjetivo para calificar todo lo que está pasando en los centros educativos de la isla del lujo. La lección que aprendieron ayer muchos de estos niños fue, seguramente, el significado de la palabra paradoja.