La portavoz de Ciudadanos en el Congreso, Inés Arrimadas, durante una reunión de la Junta de Portavoces. | Europa Press - Eduardo Parra

Cuando Inés Arrimadas cogió el portante en 2019 y se largó a Madrid, miles de catalanes se sintieron estafados por Ciudadanos. Tantos como para que el partido pasara de 32 diputados en el Parlament a los seis que a duras penas tiene actualmente. A nivel nacional, la debacle naranja era de esperar porque, en algún momento, aquel partido lleno de profesionales realmente concienciados sobre el servicio público y lo efímero de la política se llenó de trepas y vividores incapaces de gestionar de forma eficiente pero cargados de grandes palabras de cara al electorado.

En Ciudadanos queda hoy poca gente que realmente valga la pena. En Ibiza sufrimos a un conseller, Javier Torres, que esta semana se ha cubierto de gloria presentando como nuevos unos autobuses matriculados en 2016 y descartados en Madrid por contaminantes. Un político decente hubiera dejado el cargo en el mismo momento en el que se destapó la patraña. Pero ahí sigue, buscando culpables de algo que es responsabilidad única y exclusivamente suya. Un político decente también hubiera adjudicado ya el Plan Insular de Transportes. Sin embargo, Torres lleva casi cuatro años preparando unos pliegos de condiciones de cuya existencia solo él debe tener constancia. En el invierno de 2021 le pregunté por primera vez por esta cuestión y me explicó que estaban acabando de prepararlos. En las Navidades de 2022, le pregunté por cuarta vez y me dijo exactamente lo mismo. A mí me molesta muchísimo que me tomen por imbécil. Pero me molesta mucho más que, encima, lo hagan con mi dinero y con el de todos.

De personajes como Torres solo se puede sacar una lección: desconfía de todo aquel que te prometa que cambiará tu mundo porque, en realidad, su única pretensión es cambiar sus propias circunstancias a mejor y a tu costa.