Rafa Triguero, candidato del PP al Ayuntamiento de Ibiza. | Arguiñe Escandón

El nombramiento del popular Rafa Triguero como candidato a la alcaldía de Ibiza en su momento generó cierta incertidumbre, dado que se trata de un profesional que parecía haberse estabilizado en un puesto de responsabilidad en el sector privado y que se había alejado de la política. En Can Botino, reino del desasosiego, el desgaste, el nepotismo y la negligencia, Triguero tiene la responsabilidad de emular lo que sucedió en 2011 y ganar con contundencia. La ola nacional, el cabreo de los vileros y el caos en la ciudad entonan una melodía que presagia un cambio inminente.

A pesar del viento favorable, en la ciudad se escucha cierta resignación por parte de aquellos que piensan que Rafa Ruiz volverá a alzar el bastón de mando. Este es el espíritu que debe romper el mirlo blanco del PP, diseñando un programa electoral atinado y un equipo creíble y solvente que vuelva a generar la ilusión que hace años se ha perdido en Vila. Triguero parece no fiarse de los sondeos que le son favorables y se está empleando a fondo con una actividad frenética que va desde el seguimiento deportivo al señalamiento certero de las heridas por las que supura una ciudad magullada.

Armengol se la juega. Sabe que ‘Agustinet’ ya no tiene mecha para encender la menor aspiración de victoria en el Consell, pero si además pierde Vila y Palma ya no podrá sino claudicar. Sin la simpatía de Pedro Sánchez, la máxima aspiración de Armengol pasa por ser senadora autonómica. En esto, el papel de Triguero es fundamental: si cae Vila, caerá el castillo de naipes socialista. No sólo se trata de recuperar el rumbo de un gobierno municipal a la deriva, sino de allanar el camino a una Prohens que sólo ganará si hace una campaña desatomizada, moderada, sin grandes eslóganes y centrada en cada realidad municipal.