Hay gente a la que le cuesta mucho aceptar el paso del tiempo y otra que, sencillamente, no lo acepta jamás. Personas con un formidable currículum, extenso y macizo, a quienes la edad madura y más tarde la senectud, dificultan calibrar su propio papel en el momento presente. A veces por añoranza de un protagonismo perdido, otras veces por aburrimiento, otras por afán de notoriedad, vaya usted a saber. Lo cierto es que hay pocas cosas más penosas que ver a alguien mayor, que ha sido una persona ilustre y respetada, haciendo el ridículo sin darse cuenta. Y aún peor, siendo utilizada políticamente por desaprensivos. Eso es lo que pensé cuando vi en una docuserie de IB3 sobre la expresidenta del Consell de Mallorca y del Parlament, Maria Antònia Munar, a varios expolíticos decrépitos, un catedrático de universidad y un reputado novelista, desvariando con divagaciones ridículas sobre la prehistoria política de Baleares. Con lo interesante que hubiese sido que estas momias hablasen de ellos mismos, si es que tuvieran algo interesante que decir. Ahora los volveremos a oír rememorar batallitas con motivo del 40º aniversario del Estatut d’Autonomia, asunto que despierta en la ciudadanía nulo interés, por más que ellos se volverán a sentir el centro del universo, como hace medio siglo. Me vino a la mente esto al saber que el economista y exmilitante del Partido Comunista de España, Ramón Tamames, a sus 89 años, será el candidato a presidente del Gobierno en la moción de censura presentada por Vox. El interfecto ha declarado: «Estoy durmiendo como nunca, esta moción de censura rejuvenece». He aquí la explicación, la necesidad de sentirse rejuvenecido, vivo otra vez; y volver a conciliar el sueño. Con lo fácil que sería tomarse un orfidal. Al menos así evitaría ponerse en ridículo y dormiría del tirón.