Aunque los cursis, capullos y mangantes que dominan la escena política pretendan vituperarlo por su edad, abandono comunista, trayectoria liberal (¡eutanasia, prohibido evolucionar, no al libre pensamiento!), la brava ordalía de Ramón Tamames les pone los pelos de punta.

Dicen los tibios que esta moción de censura nace muerta, pero Don Quijote ya sabía que un caballero está obligado a luchar, no a vencer. Y obligará a los diputados a retratarse con su voto esclavo del líder de la mafiosa formación de turno, aunque piensen que nunca fue más necesario un adelanto electoral.

La talla intelectual de Tamames, su inteligente ironía, mostrará el tremendo abismo que hay con eso que llaman la generación mejor preparada de la historia de España, al menos entre la clase política, cuyos nuevos protagonistas han logrado el hito de resultar cada vez más mediocres e irresponsables en su listón del más bajo denominador común, incapacidad gestora y vampirismo de la teta pública.

Tamames revitalizará un Congreso deficiente en oratoria en un momento en que el nefasto sanchismo hace aguas por los cuatro costados nacionalistas-socialistas-comunistas-woke. Que lo haga invitado por Vox es una travesura genial de Fernando Sánchez Dragó, especialista en épater le bourgeois.

¿Moción frívola e irresponsable por parte de unos fascistas que se aprovechan de un viejo chocho? Así hablan los lacayos de Peter mientras el presi-lagarto modula su voz de predicador condescendiente, que tanto hipnotizó con sus mentiras para asombrar con sus traiciones. Pero el joven Tamames, sobradamente preparado, va a sacar los colores a los hunos y los otros que pastan en el Congreso. Cuestión de regeneración democrática.