"Soportaríamos mejor la cultura audiovisual si no durase tanto." | Pixabay

La vida es breve, pero todo lo demás dura una barbaridad. Se hace muy largo, en cumplimiento del mantra capitalista (capitalismo digital) «lo que sea, pero que sea en cantidad». Todo se eterniza. Las noticias, las crisis, los eventos, los sermones, las obligaciones, las misas mayores, los reproches, los problemas, los discursos, las deudas, la puta actualidad.

Esto es bastante normal, ya estamos acostumbrados. A lo que no hay forma de acostumbrarse, es a que los entretenimientos también sean interminables. Sobre todo los cinematográficos. Rara es la peli que no dura dos horas, y más de tres si es una peli con ínfulas. A más ínfulas artísticas, más duración. Nos matan de aburrimiento, con tanta historia de nunca acabar, y no es raro que algunas plataformas, Netflix por ejemplo, destaquen a modo de gancho publicitario «Películas de menos de 1’30 horas». Se nota que hay demanda, y que a la gente le irrita ponerse a bostezar en pleno entretenimiento. Es como irse a la cama con el amor de tu vida, y quedarse dormido (o dormida) a los cinco minutos. De las series que no acaban nunca no vale la pena hablar; soportaríamos mejor la cultura audiovisual si no durase tanto. Incluidos los telediarios y la información del tiempo.

Pero este fenómeno de la duración excesiva no sólo afecta a lo audiovisual, con los libros pasa lo mismo. Sea novela o ensayo, la literatura se ha dilatado lo que no está escrito, igual que goma de mascar, y los grandes éxitos editoriales son también cuantitativos. Se van a las 700 páginas como poco, y eso si no son trilogías, o series de detectives. Hace tiempo dediqué dos páginas a explicar que a todo le sobra la mitad, sobre todo a los clásicos, pero aunque me sobraba una página, me quedé corto. Ahora la duración es garantía de calidad; lo que sea, pero que dure. Los partidos de fútbol siguen durando 90 minutos, pero como debido a la proliferación de competiciones se juegan uno detrás de otro sin pausa, es como estar siempre en el mismo partido inacabable. Otro signo de los tiempos, una mina para sociólogos. ¡Entretenimientos interminables! La vida es breve, y las cabronadas largas. Normal. ¡Pero los entretenimientos...! A ver si nos dejan algo.