El candidato de la moción de censura, el profesor y economista Ramón Tamames durante el debate en el Congreso. | Alejandro Martínez Vélez - Europa Press

Por lo que he visto de la moción de censura, inacabada cuando escribo, a Ramón Tamames se le entiende infinitamente mejor que al presi Sánchez. La táctica de Sánchez es la diarrea verbal. Cree que hablando sin parar y sin sentido puede matar al joven Tamames, hipnotizarlo con su voz de predicador, seducirlo con sus mentiras. Si Fidel Castro podía hablar durante cinco horas, el presi trata de dormir a las ovejas celtibéricas, a los diputados y próximos imputados, con una serie de repetitivas memeces propagandísticas, suelta su tocho preparado de antemano para dar una réplica que nada tiene de respuesta y todo de soporífero mitin. Obvia algo tan importante en un debate como es responder a las cuestiones que se plantean. La cuestión es irse por las nubes del cambio climático y hacerse autobombo.

Tamames es un bravo que ha soltado unas cuantas verdades muy importantes y algunas citas estupendas a Machado, o al recuerdo hermano y mestizo del México lindo y querido. Afirma que la Historia es demasiado importante para dejarla en manos de unos políticos cainitas. Que hace falta un plan hidrológico inteligente y cuidar los bosques de manera efectiva. Que los partidos que van contra la Constitución no pueden tener más representación con los mismos votos. Que es necesario un mayor control sobre los desmanes y corrupción políticos. Que el aparato del Estado está sobredimensionado….
La verdad es que sería muy positivo si esta moción de censura consiguiera el objetivo de un adelanto electoral. Creo que una mayoría de españoles se sienten estafados por un presidente que ha hecho todo aquello que prometió no hacer. Y que encima es más cursi que un repollo.