Marta Díaz, en el plató del BNP.

La semana pasada vino al programa Bona Nit Pitiüses de la TEF TV, la consellera no adscrita Marta Díaz. Puso sobre la mesa un montón de nombres y asuntos y encendió el ventilador a toda marcha. Más allá de la credibilidad que cada uno quiera darle a una persona que se siente traicionada por su partido y que está a punto de salir de la política por la puerta de atrás, lo que Díaz dejó meridianamente claro es lo que muchos ciudadanos piensan de los representantes públicos. Hace años que hablamos de la desafección de la ciudadanía hacia la política que se refleja en la abstención por encima del 52 % en Ibiza y del 48 % en Formentera. De todas las cosas que contó Díaz, la mayoría son éticamente cuestionables y no pasan de ahí, aunque hay otras que son presuntos delitos graves que deberían ser investigados. Los chanchullos, cortijillos, colocación de amiguetes y familiares, encargos de estudios e informes y un largo etcétera se han normalizado en este país y eso genera un hastío, frente al que algunos optan por darle la espalda a los representantes institucionales que tienen en sus manos muchas decisiones que afectan a nuestro día a día.

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Está demostrado que cuando alguien lleva demasiados años en política acaba creyendo que el cargo es de titularidad intransferible y vitalicio y va tejiendo una cadena de favores, prebendas, promesas y compadreos que acaban por condicionar todas sus decisiones. En algunas instituciones y partidos hay que abrir puertas y ventanas, ventilar generosamente, hacer una limpieza profunda, retirando lo que hay en cajones secretos y debajo de las alfombras y empezar de nuevo con gente preparada y dispuesta a gestionar nuestro futuro desde la honestidad. No perdamos la esperanza.