Muchas redes sociales no permiten imágenes de desnudos. | Imagen de Pexels en Pixabay

Una paleta escuela de la soleada Florida considera al David de Miguel Angel como una obra pornográfica y despide a la profesora por mostrar su imagen. Que en la tierra de los semínolas, donde Ponce de León situaba la fuente de la eterna juventud, resulta chocante que la educación esté en manos de semejantes talibanes; pero los savonarolas de turno están siempre a la vuelta de la esquina, proyectando imponer su aburrido fanatismo.

En muchas redes sociales, ideadas por anglosajones para que la gente comparta sus complejos personales, tampoco permiten las imágenes de arte desnudo. Son iconoclastas de los genitales, que huyen de la belleza como ingenuos que temen caer bajo el influjo de lo mágico.

Durante el Renacimiento, unos papas vigorosos y sensuales de la estirpe Borgia hicieron frente al histerismo del dominico Savonarola. Si la gozosa Florencia pudo volverse loca y hasta Botticcelli quemaba sus obras,¿qué no puede pasar al respecto del vaivén del péndulo histérico en materias sensuales? Con la Contrarreforma jesuítica para frenar el celo protestante se encargó al pintor Daniele da Volterra cubrir los miles de sexos al aire del Vaticano. Volterra pasó a la Historia con el apodo de Il Braguettone. La braguita en cuestión era un sutil velo por aquí, una hoja de parra por allá. Y cuatrocientos años después, en la misma Roma taparon las luminosas estatuas con una manta para no ofender la vista del presidente iraní. También en la sede parisina de la Unesco pusieron un tanga a ciertas esculturas... Un nuevo puritanismo se acerca en medio de la apestosa corrección política, especialista en extender la ignorancia. Incluso en Formentera menguan los desnudos gloriosos.