Marta Díaz. | Irene Arango

Cuenta Marta Díaz que, siendo secretario general del PSOE Vicent Torres, le indicó que no podía asistir a las reuniones del partido con minifalda porque generaba ciertos resquemores. Díaz le respondió con un rotundo «hasta aquí hemos llegado». Y Torres, poco amigo del enfrentamiento, acabó pidiéndole disculpas. Si esto lo hubiera hecho un presidente del PP y la afectada lo hubiera contado en público ahora, hoy tendríamos a todas las feministas de boquilla aullando para que defenestraran al machirulo. Al tratarse de un socialista, la cosa ha pasado sin pena ni gloria. Así son de hipócritas.

Añade Díaz en su relato que la cosa realmente venía de las mujeres con cargo del PSOE ibicenco y concluye, con toda la razón, que detrás de la repugnantemente machista exigencia solo existía envidia de la mala. Las charos, como las tietes separatistas, es lo que tienen.

Este tipo de personajas son, sin embargo, listas (no confundir con inteligentes). Ahí tenemos a Patricia Abascal, esa señora que ha pasado por numerosos cargos excelentemente remunerados sin que sepamos de qué nos ha servido, y que, según Díaz, le aseguró que ella pagaba de la caja del grupo socialista del Consell las cenas benéficas a las que tenía que asistir como consellera. Es decir, con dinero público. Pagaba su cena, la de su marido y las de todos los que tenían la tan sufrida obligación de aparentar que realmente les preocupaban los más vulnerables de la sociedad.

Con estos mimbres yo compadezco a los pobres Agustinet y Ruiz. Bregar con semejantes individuas no debe ser fácil. Me imagino que para mantenerse en el poder, y considerando sus capacidades (lo del desastre de la prueba para ser auxiliar administrativo del PSOE es de traca), solo les queda la opción del planchabraguismo. Y así están, rendidos a la dictadura de la charo mayor. Quin fàstic…